Andanza XXVII: Beire - Belascoáin
Día: 21/09/2014
Quien lo diría, hace ya casi 10
meses que iniciamos esto de Navarra de la A a la Z y ahí continuamos, al pie
del cañón. Los kilómetros recorridos se cuentan por miles y los pueblos
visitados por decenas (y muchas), y aún vamos por la B.
Al hilo de esto, nos ha venido a
la memoria que hasta no hace mucho hubo por tierras de la Pérfida Albión un
señor llamado George Bernard Shaw, dramaturgo entre otras cosas y filósofo en
sus ratos libres, que dejó frases para la posteridad la mar de discretas. Dijo
un día: "Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde;
ahora coloca las bases debajo de ellos". Cuanta sabiduría se encierra
aquí.
Cuando iniciamos nuestras
andanzas moteras municipales, eran eso "castillos en el aire", un
propósito faraónico cuya dificultad no alcanzábamos a percibir. Hoy por hoy su
culminación se escapa de cualquier previsión, pero como profetizó Shaw, con el
quehacer dominical el proyecto va siendo cimentado poco a poco y ese castillo
empieza a adquirir consistencia.
Los cimientos de este domingo son
dos: Beire y Belascoáin. Dos pequeños pueblos con ayuntamiento propio, situados
en las Merindades de Olite y Pamplona respectivamente. Beire se ubica a unos
cuatro kilómetros al sur de Olite, forma parte del piedemonte de la sierra de
Ujué y se encuentra habitado por poco más de 300 vecinos que disfrutan de la
tranquilidad y el sosiego de su apacible localidad. Quién diría que fueron
estos de Beire los primeros que en 1212 rompieron las cadenas de Miramamolín en
las Navas de Tolosa, o por lo menos eso es lo que cuenta el paisano Rodrígo
Ximénez de Rada en la crónica de la batalla.
Tras un refrigerio en la tasca
que hay frente a la iglesia de Beire, decimos adiós a esta localidad para poner
rumbo al norte, camino de Belascoáin. Es esta una villa pequeña también, pero
de las que las mata callando, aunque más que callada es de renombre por la fama
de sus aguas. El pueblo limita al sur con Puente la Reina y se encuentra
flanqueado por las sierras de Sarbil y del Perdón, en un promontorio elevado a
la orilla del río Arga. Su ubicación es privilegiada y su entorno natural
excepcional. No le va a la zaga su esmerada urbanística, con unas edificaciones
cuidadas al detalle cuyos propietarios no han escatimado a la hora de restaurar
y rehabilitar antiguos caserones.
Desde tiempo inmemorial las aguas
de Belascoáin han sido conocidas por sus propiedades para sanar todo tipo de
afecciones. Pero fue en el año 1829 cuando se construyó, al amparo
del bello entorno y de las propiedades del agua, un hotel balneario y a la vez,
se comenzó a embotellar el agua para su comercialización. En los años treinta del siglo XX,
coincidiendo con la guerra civil, llegó el declive de los establecimientos
termales y el cierre definitivo del balneario. También acabó la comercialización
del agua, hasta que en 1966 se construyó una nueva planta embotelladora,
actualmente en funcionamiento.
Esto
del agua salutífera está muy bien, pero como se nos ha echado encima la hora
del vermouth nos apetece algo más consistente para mandar al exilio nuestra sed
y hambre. Partimos raudos y veloces en búsqueda de algo con lo que aplacar
nuestros afligidos estómagos mientras nos viene el recuerdo de otro célebre
dicho del señor Bernard Shaw: "No hay amor más sincero que el amor a la
comida". Qué verdad es esto a partir de cierta edad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario