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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Beire - Belascoáin

 
Andanza XXVII: Beire - Belascoáin

Día: 21/09/2014

Quien lo diría, hace ya casi 10 meses que iniciamos esto de Navarra de la A a la Z y ahí continuamos, al pie del cañón. Los kilómetros recorridos se cuentan por miles y los pueblos visitados por decenas (y muchas), y aún vamos por la B.


Al hilo de esto, nos ha venido a la memoria que hasta no hace mucho hubo por tierras de la Pérfida Albión un señor llamado George Bernard Shaw, dramaturgo entre otras cosas y filósofo en sus ratos libres, que dejó frases para la posteridad la mar de discretas. Dijo un día: "Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos". Cuanta sabiduría se encierra aquí.

Cuando iniciamos nuestras andanzas moteras municipales, eran eso "castillos en el aire", un propósito faraónico cuya dificultad no alcanzábamos a percibir. Hoy por hoy su culminación se escapa de cualquier previsión, pero como profetizó Shaw, con el quehacer dominical el proyecto va siendo cimentado poco a poco y ese castillo empieza a adquirir consistencia.


Los cimientos de este domingo son dos: Beire y Belascoáin. Dos pequeños pueblos con ayuntamiento propio, situados en las Merindades de Olite y Pamplona respectivamente. Beire se ubica a unos cuatro kilómetros al sur de Olite, forma parte del piedemonte de la sierra de Ujué y se encuentra habitado por poco más de 300 vecinos que disfrutan de la tranquilidad y el sosiego de su apacible localidad. Quién diría que fueron estos de Beire los primeros que en 1212 rompieron las cadenas de Miramamolín en las Navas de Tolosa, o por lo menos eso es lo que cuenta el paisano Rodrígo Ximénez de Rada en la crónica de la batalla.


Tras un refrigerio en la tasca que hay frente a la iglesia de Beire, decimos adiós a esta localidad para poner rumbo al norte, camino de Belascoáin. Es esta una villa pequeña también, pero de las que las mata callando, aunque más que callada es de renombre por la fama de sus aguas. El pueblo limita al sur con Puente la Reina y se encuentra flanqueado por las sierras de Sarbil y del Perdón, en un promontorio elevado a la orilla del río Arga. Su ubicación es privilegiada y su entorno natural excepcional. No le va a la zaga su esmerada urbanística, con unas edificaciones cuidadas al detalle cuyos propietarios no han escatimado a la hora de restaurar y rehabilitar antiguos caserones.

 
Desde tiempo inmemorial las aguas de Belascoáin han sido conocidas por sus propiedades para sanar todo tipo de afecciones.  Pero fue en  el año 1829 cuando se construyó, al amparo del bello entorno y de las propiedades del agua, un hotel balneario y a la vez, se comenzó a embotellar el agua para su comercialización. En los años treinta del siglo XX, coincidiendo con la guerra civil, llegó el declive de los establecimientos termales y el cierre definitivo del balneario. También acabó la comercialización del agua, hasta que en 1966 se construyó una nueva planta embotelladora, actualmente en funcionamiento.

Esto del agua salutífera está muy bien, pero como se nos ha echado encima la hora del vermouth nos apetece algo más consistente para mandar al exilio nuestra sed y hambre. Partimos raudos y veloces en búsqueda de algo con lo que aplacar nuestros afligidos estómagos mientras nos viene el recuerdo de otro célebre dicho del señor Bernard Shaw: "No hay amor más sincero que el amor a la comida". Qué verdad es esto a partir de cierta edad.


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