Andanza XLIV: Desojo - Dicastillo
Día: 12/04/2015
De
mañana, temprano, según asomábamos el morro por la ventana, hemos acabado de
convencernos de que la tierra ha despertado ya de su letargo. A quienes vivimos de cara al campo, abrir una ventana con las primeras
luces nos supone una explosión de sensaciones, de colores y sonidos. Un bonito
día, sí señor, para comenzar con los pueblos de una nueva letra, y ya vamos por
la "D".
Decía suspirando la vieja: ¡qué pronto el mundo nos deja! Esa vieja sabia del
refrán bien sabía lo rápido que transcurren los acontecimientos en esta vida. Así
que, casi sin darnos cuenta, poco a poco, nuestro objetivo se va cumpliendo.
Aún queda mucho, mucho que recorrer, pero echando la vista atrás vemos que
también es mucho lo recorrido y grande su cúmulo de satisfacciones.
El menú para hoy lo componen dos pueblos de Tierra Estella: Desojo y
Dicastillo. Desojo es una pequeña localidad de menos de 100 habitantes ubicada
en uno de esos entornos bucólicos lejos de todo. Para llegar hasta allí, una
estrecha y sinuosa carretera que parte de Sansol nos va alejando de alborotos e
introduciendo en unos parajes donde la imperturbabilidad campa a sus anchas.
Como hemos llegado prestamente, el sosiego sólo es enturbiado por los
canturreos de las aves. A la entrada de Desojo nos recibe su picota, que data
de 1665, donde los bandidos eran expuestos a la vergüenza pública y objeto de
castigo corporal por sus fechorías. No hay muchas noticias históricas que den
fe de sobreabundancia de gentes de mal vivir en estas tierras, así que
probablemente, durante la mayor parte de su existencia la picota de Desojo se
mantuvo ociosa. Presidiendo su anárquico caserío sobre un altozano, se sitúa el
edificio más emblemático del pueblo, que es, cómo no, su iglesia, un edificio
renacentista dedicado a Santa María.
Y como aquí todo el trigo ya está vendido nos vamos yendo a hacer una
visita de cortesía a los vecinos, y es que Dicastillo está a tiro de piedra de
nuestra morada. Pero a pesar de la vecindad, cuenta la leyenda que los de
Dicastillo y Allo se llevaron en tiempos como el perro y el gato. Leyenda o no,
la cosa es que hoy las relaciones están normalizadas, o casi.
Dicastillo se encarama
en el piedemonte sur de Montejurra y desde su atalaya otea a todo aquél que ose
pasar por el corredor del Ega. Es un pueblo que ha sabido conservar un casco
urbano respetuoso con su pasado, en el que aún señorean caserones de rancio
abolengo. Como insignia de su arquitectura monumental, aunque no lo sea por
antigüedad, ahí está el palacio de la Condesa de la Vega del Pozo, un
espectacular edificio construido a finales del siglo XIX en estilo neogótico,
con una impresionante fachada adornada con una labra heráldica ostentosa y
rematada por dos torres almenadas. Su interior no es menos espectacular y su
jardín botánico no le va a la zaga. Cuentan que en él se encontraba la tumba de
Merlín, el perro de la condesa, para quien el escultor Mariano Benlliure
construyó un panteón por encargo de su caprichosa propietaria. Pues nada,
abandonamos este pueblo que también ha sabido promocionar la cultura del vino y
del espárrago, dejándonos caer, por inercia, hasta el nuestro que está a un
salto ladera abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario