Andanza XXII:
Bakaiku - Barañáin - Barásoain
Día: 03/08/2014
Ha pasado más de un mes desde que
sustanciamos nuestra última andanza y dimos por finiquitados todos los
municipios de Navarra cuyo nombre comienza por la letra A. Hoy, tras las
peripecias vacacionales veraniegas, volvemos por nuestros fueros estrenando la
siguiente, o sea la “B”. Como “Quien mucho abarca, poco aprieta”, para esta
jornada únicamente tres pueblos son los elegidos: Bakaiku, Barañáin y
Barásoain, que ya están lo suficientemente distantes entre sí como para
hacernos pasar una mañana entretenida.
Nuestro primer objetivo nos obliga a poner
rumbo hacia la Barranca, atravesando una Estella en pleno bullicio festivo. El
día es agradable, aunque nubarrones amenazadores pululan por ahí arriba con
intenciones más que dudosas. El puerto de Lizarraga contempla nuestro paso con
indiferencia. Ya nos conoce, pues últimamente lo desperezamos de su letargo muy
a menudo con el ronco rugir de nuestra GS. Seguramente por ello se acuerda de
los ancestros que nos dieron origen, aunque no dice nada.
Como ya hemos descrito en otras
ocasiones las excelencias del paisaje de la vertiente norte de las sierras de
Urbasa y Andía, no vamos a reiterarlas. Iremos al grano, es decir a retratar
las que correspondan a la localidad de Bakaiku. El término municipal de esta
localidad se extiende, alargado y estrecho, en dirección sureste-noroeste. El
pueblo se divide en cuatro barrios, en los que se alzan imponentes caserones
típicos de la zona, con grandes portalones de arco de medio punto blasonados y
tejados a dos o cuatro vertientes con espléndidos aleros. Como todo el valle de
la Burunda, el municipio se encuentra situado en un corredor natural y
estratégico entre Álava, Navarra y Guipúzcoa,
zona de paso permanente y sometido a guerras y destrucciones, que ha
sufrido las consecuencias de los enfrentamientos del Reino de Navarra con
Castilla, de las guerras napoleónicas y de las Guerras Carlistas. Una leyenda
cuenta que de los bosques de Bakaiku salieron los robles con cuya madera se
construyeron los timones de los galeones de la Armada Invencible.
Esas nubes de mal augurio que nos
vienen acompañando toda la mañana parece que no se deciden a soltar su
contenido, igual es que las hemos juzgado mal y no son tan fieras como
parecían. Se lo agradecemos enormemente y continuamos nuestro camino por la
autovía de la Barranca en dirección hacia Pamplona. Rápidamente nos plantamos
en la capital del reino y de ahí en la vecina Barañáin, cuyo término municipal
limita con los barrios pamploneses de Ermitagaña y Mendebaldea por el Oeste.
Barañáin se encuentra en una meseta ceñida por los ríos Arga y Elorz, cuya
acción erosiva ha creado barrancos con pendientes que se suavizan
progresivamente hacia el Oeste, donde ambas corrientes confluyen.

A
mediados de los años 60 se inició un rápido crecimiento urbano de Barañáin,
mimético al de la capital. El pueblo viejo, que no tenía más de 100 habitantes,
se transformó apresuradamente hasta convertirse dos décadas después en la
tercera población de Navarra en número de habitantes. Pero en un principio las
relaciones entre los moradores del núcleo original y los de las nuevas
urbanizaciones fueron tensas. Los naturales del lugar veían a los nuevos
colonos como invasores de sus terrenos. Un sentimiento natural porque las
urbanizaciones habían destruido su paz y tranquilidad. Finalmente, el 28 de diciembre de 1984 se proclamó la
segregación de Barañáin de la Cendea de Cizur, a la que pertenecía, y se
constituyó como municipio independiente. Como curiosidad, cabe citar que en
Barañáin se ubica la única iglesia ortodoxa de Navarra, está en lo que fue el
antiguo templo católico del pueblo viejo.

Pues
nada, arreando hacia Barásoain. Cogemos la N-121 dirección sur hacia Tafalla y
en un plis plas nos plantamos en esta localidad. Es Barásoain una villa bonita,
pulcra y bien cuidada. Atrayente resulta su concepción urbanística, con la
sucesión de sus tres plazas. Abundan las viviendas de sillar y sillarejo que se
fechan en los siglos XVI y XVII; las pertenecientes al primero abren sus
puertas con amplios arcos de medio punto o, en ocasiones, ligeramente apuntados
como reminiscencias del XV, mientras que las del siglo XVII conforman bloques
horizontales con accesos adintelados. Muchas de ellas enriquecen sus frontis
con escudos labrados en la clave del arco pertenecientes a los nobles linajes
de la Valdorba.
Por su monumentalidad y bellas
proporciones se impone el Palacio de los Azpilicueta, un edificio de finales
del siglo XVI mandado construir por Martín de Azpilicueta “el doctor Navarro”,
economista, jurisconsulto y teólogo, precursor de la economía moderna y de los
principios básicos de la macroeconomía, considerado como uno de los más
importantes intelectuales de su tiempo.
Hala, lo dejamos ya que es la
hora del vermouth. Nos vamos a Tafalla, a “El Paso”, un bar del Oeste y motero,
a sacudirnos el polvo del camino.
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