Andanza IV: Aibar
Día: 21/12/2013
La culpa de que hoy
salgamos tarde, además del frío, la tiene aquello de andar trasnochando y
concurriendo en horas intempestivas a garitos de dudosa reputación, todo por
motivos de representación. Aunque no es descargo válido, nos excusaremos
aduciendo aquello de que la vida es efímera y eso otro de no dejes para mañana
lo que puedas hacer esta noche. Aún así, hemos de purgar nuestro pecado, aunque
poco, y por eso, dado nuestro lamentable estado corporal y mental, en mente un
solo pueblo: Aibar.
Pero resulta que por
imposición del abecedario, la villa que corresponde merece una detallada visita,
pues no es un lugar de los que dejan indiferente. Aibar, no es un sitio de esos
anodinos, de los de ni fu ni fa, es más bien de los que dejan impronta, de los
que, por obra del azar o por el tesón de sus moradores, han conseguido conservar
el antiguo trazado medieval de calles estrechas, empedradas y
empinadas, a las que abren sus portaladas un elenco de casonas señoriales.
Cuanto arco de medio punto y cuanto blasón nobiliario sabiamente conservados
como culto a la tradición. El laberinto de callejas asciende hasta la iglesia
de San Pedro, que desde lo alto del cerro domina todo el
caserío, ofreciendo al viajero una visión bucólica y arcaizante. Por cierto,
quien intente llegar hasta allí con
vehículo que se arme de paciencia o haga un máster en orientación.
Aibar está cargada de
historia. Fue reducto fronterizo contra los musulmanes y escenario del
enfrentamiento entre el Príncipe de Viana y su padre Juan II por la sucesión
del trono, y también se convirtió en testigo mudo de los amoríos del rey Sancho
III el Mayor y la dama aibaresa doña Sancha, fruto de cuyo matrimonio nació
Ramiro, que se convertiría en rey de Aragón. Casi nada, cuna de monarcas.
En fin, tanta esencia
de autenticidad nos ha templado el cuerpo, desequilibrado por de mañana, y con
la conciencia más tranquila nos marchamos para casa tras haber cumplido con
nuestras obligaciones moteras del día de hoy, porque aunque alguno no se lo
crea, la vida del motero es sufrida, sobre todo para aquellos que obedecen a
las obligaciones del guión.
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