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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Valle del Baztán

 
Andanza XXV: Baztán (1ª parte)

Día: 07/09/2014
¡Buff! la que nos espera hoy, otra historia de valles, y un valle bien distinguido: el Baztán.
Como el Baztán es la madre de todos los valles navarros (o el padre por eso del género), hemos decidido dividir la correspondiente andanza en dos partes por aquello de no abrumar con un texto demasiado prolijo y en atención a la sobreabundancia de material gráfico que requiere esta visita. Este primer lote lo dedicaremos a realizar una somera descripción físico-geográfica para continuar con una segunda entrega histórico-anecdótica.
 
Hay que aclarar que lo de valle distinguido no es sólo porque esté superdotado en atributos  naturales, sino porque todos sus habitantes gozan de hidalguía colectiva, es decir, todos son nobles, aunque al nivel más bajo del escalafón; bueno todos menos los agotes, de los que luego hablaremos.


El Valle de Baztán tiene una superficie aproximada de unos 375 km² y es el de mayor extensión territorial de los 256 municipios de Navarra. Lo componen 15 lugares principales y una innumerable y laberíntica cantidad de barrios, caseríos y bordas diseminadas. Al frente de cada lugar se coloca un alcalde pedáneo, contando además con la Junta General del Valle, una entidad de carácter tradicional al margen del Ayuntamiento para entender de temas de interés comunal.

Las 15 localidades que lo conforman se hallan agrupadas en cuatro cuarteles diferentes: Baztangoiza (Erratzu, Azpilkueta, Arizkun y Amaiur); Elizondo (Elizondo, Elbete y Lekaroz); Erberea (Irurita, Gartzain, Arraioz y Oronoz) y Basaburua (Ziga, Aniz, Berroeta y Almandoz). Su población ronda los 8000 habitantes censados, pero se ve muy incrementada durante los fines de semana y periodos vacacionales.

Situado al norte de Navarra, en la muga con Francia, es uno de los valles pirenaicos por excelencia, al que la suavidad de su clima de influencia atlántica le otorga un atractivo singular. Es tierra de hidalgos, como ya hemos hecho mención, también de agotes, indianos, aventureros y contrabandistas. Alberga tesoros naturales tales como extensos bosques de hayas y robles, crestas escarpadas, intrincados barrancos o regatas cristalinas que sorprenden con multitud de deliciosos y apacibles rincones indiferentes al discurrir del tiempo. Es, en suma, la superficie forestal mayor y mejor conservada de Navarra tras la extraordinaria Selva de Irati.

Todo este manto verde se ve salpicado de pueblos y caseríos de arquitectura tradicional, sabiamente conservados y que guardan una estética ejemplar, cuyas fachadas presentan un adorno floral que deslumbra. No hay casa que deje de llamar la atención, casi todas blasonadas por aquello de la hidalguía colectiva. La abundancia de palacios señoriales nos recuerda también la aventura en la que se embarcaron muchos de sus vecinos allá por los siglos XVII y XVIII quienes, emigrados a las Indias, volvieron a su tierra enriquecidos, construyéndose estas ostentosas viviendas.

 
El Valle en general es la consagración de la belleza, pero hay rincones concretos en los que se riza el rizo. Uno de ellos es la pequeña localidad de Ziga. Todo cristiano debe saber que morirse sin conocerlo es morirse en pecado mortal.




Baztán (2ª parte)




Tras entrar en antecedentes sobre la tierra baztanesa en la primera parte, ahora nos queda esta otra dedicada al hombre y se nos antoja difícil en tan parco espacio.

 
Este valle, por su situación geográfica, se mantuvo en un relativo aislamiento y señor de sí mismo hasta la conformación del Reino de Pamplona, pues parece que ni los romanos, los godos, o los musulmanes llegaron a ocuparlo, al menos en su totalidad. Fue también postrero bastión de los partidarios de los últimos reyes privativos de Navarra, con la defensa desesperada que realizaron de la fortaleza de Amaiur-Maya ante el Conde de Lerín y las tropas castellanas del Duque de Nájera.


Tampoco se vio libre de historias de brujería y akelarres que, como en el vecino Zugarramurdi, también se vivieron aquí, más en particular en Erratzu, Arraioz y Ziga principalmente. Aunque más parece que tras estos procesos se encontraban denuncias por envidias, odios y rivalidades familiares.

 
Un personaje natural del valle digno de destacar, es Pedro de Ursúa, cuyo palacio natal aún se erige altanero en la localidad de Arizkun. Fue Ursúa uno de los protagonistas de la expedición mandada desde el Perú en búsqueda del mítico El Dorado, con tan trágico fin, pues resultó asesinado como muchos otros por la paranoia de Lope de Aguirre. Una lectura más que recomendable al respecto es la novela histórica de Ramón J. Sender titulada “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”, basada en la crónica de Francisco Vázquez, integrante de aquella expedición, y que se puede conseguir a un precio excepcional en Internet.

 
En tiempos más recientes Baztán, muy a su pesar, vio pasar por su territorio tropas francesas durante las guerras de la Convención y de la Independencia, con los consiguientes saqueos. Por aquí se retiró el rey José Bonaparte en 1813 y tras él Wellington, ocasionándose  encuentros armados en Irurita y actos de represión en Amaiur.

 
Durante la primera guerra carlista (1833-1840), se produjeron significativos hechos de armas en Peña Plata, Elizondo y Belate. En Elizondo asentó sus reales por un tiempo el pretendiente Carlos V, dado el apoyo que, en general, daba la población del valle a su causa. Fue esto lo que dio origen a acciones de represalia del general liberal Espoz y Mina en Lekaroz, donde fusiló a varios vecinos e incendió diversas casas del pueblo.

 
En fin, dejemos ya las guerras para traer a colación a unas misteriosas gentes que habitaron el valle: los agotes
Esta singular raza de gentes, de oscura procedencia y peculiar idiosincrasia, fue objeto durante muchos siglos y hasta hace bien poco de una marginación social total y absoluta, incluso a nivel religioso, siendo blanco del desprecio de los lugareños. Se les atribuían características físicas y morales diferentes a la del resto de la población, lo que unido a su origen desconocido hizo de ellos una raza maldita, y como tal fueron recluidos en barrios separados de los pueblos, no permitiéndoles mostrar blasones en sus fachadas, y mucho menos casarse con los naturales, sino únicamente entre ellos mismos. Queda constancia de su asentamiento en Elizondo, Irurita, Elbete, Amaiur y, sobre todo y principalmente, en el barrio arizkundarra de Bozate.

¡Hala!, ya se nos va esto otra vez de las manos, así que terminamos. Bueno, como hoy sí tocaba yantar en posada y el calor en esta zona llega a ser asfixiante por la elevada humedad, hemos decidido buscar un lugar fresquito donde comer. Y qué mejor sitio que en la Regata de Beartzun. Allí, a unos 2,5 kilómetros de Elizondo, en uno de esos rincones mágicos a los que hacíamos referencia en la primera parte, está la borda Itzalargikoborda. En su porche y al rumor del arroyo que por allí corre se come que ni los príncipes. Eso sí, calor para regalar.





















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