Andanza XXV: Baztán (1ª parte)
Día: 07/09/2014
Como el Baztán es
la madre de todos los valles navarros (o el padre por eso del género), hemos
decidido dividir la correspondiente andanza en dos partes por aquello de no
abrumar con un texto demasiado prolijo y en atención a la sobreabundancia de
material gráfico que requiere esta visita. Este primer lote lo dedicaremos a
realizar una somera descripción físico-geográfica para continuar con una
segunda entrega histórico-anecdótica.

El Valle de Baztán tiene una superficie aproximada de unos 375 km² y es el de mayor extensión territorial de los 256 municipios de Navarra. Lo componen 15 lugares principales y una innumerable y laberíntica cantidad de barrios, caseríos y bordas diseminadas. Al frente de cada lugar se coloca un alcalde pedáneo, contando además con la Junta General del Valle, una entidad de carácter tradicional al margen del Ayuntamiento para entender de temas de interés comunal.

Situado al norte de Navarra, en la muga con
Francia, es uno de los valles pirenaicos por excelencia, al que la suavidad de su clima de influencia atlántica le otorga un
atractivo singular. Es tierra de hidalgos, como ya hemos hecho mención, también de agotes, indianos,
aventureros y contrabandistas. Alberga tesoros naturales tales como extensos
bosques de hayas y robles, crestas escarpadas, intrincados barrancos o regatas
cristalinas que sorprenden con multitud de deliciosos y apacibles rincones
indiferentes al discurrir del tiempo. Es, en suma, la superficie
forestal mayor y mejor conservada de Navarra tras la extraordinaria Selva de
Irati.
Todo este
manto verde se ve salpicado de pueblos y caseríos de arquitectura tradicional,
sabiamente conservados y que guardan una estética ejemplar, cuyas fachadas
presentan un adorno floral que deslumbra. No hay casa que deje de llamar la
atención, casi todas blasonadas por aquello de la hidalguía colectiva. La
abundancia de palacios
señoriales nos recuerda también la aventura en la que se embarcaron muchos de
sus vecinos allá por los siglos XVII y XVIII quienes, emigrados a las Indias,
volvieron a su tierra enriquecidos, construyéndose estas ostentosas viviendas.

Baztán (2ª parte)

Este valle,
por su situación geográfica, se mantuvo en un relativo aislamiento y señor de
sí mismo hasta la conformación del Reino de Pamplona, pues parece que ni los
romanos, los godos, o los musulmanes llegaron a ocuparlo, al menos en su
totalidad. Fue también postrero bastión de los partidarios de los últimos reyes
privativos de Navarra, con la defensa desesperada que realizaron de la
fortaleza de Amaiur-Maya ante el Conde de Lerín y las tropas castellanas del
Duque de Nájera.
Tampoco
se vio libre de historias de brujería y akelarres que, como en el vecino
Zugarramurdi, también se vivieron aquí, más en particular en Erratzu, Arraioz y
Ziga principalmente. Aunque más parece que tras estos procesos se encontraban
denuncias por envidias, odios y rivalidades familiares.




Esta singular raza de
gentes, de oscura procedencia y peculiar idiosincrasia, fue objeto durante
muchos siglos y hasta hace bien poco de una marginación social total y absoluta,
incluso a nivel religioso, siendo blanco del desprecio de los lugareños. Se les
atribuían características físicas y morales diferentes a la del resto de la
población, lo que unido a su origen desconocido hizo de ellos una raza maldita,
y como tal fueron recluidos en barrios separados de los pueblos, no
permitiéndoles mostrar blasones en sus fachadas, y mucho menos casarse con los
naturales, sino únicamente entre ellos mismos. Queda constancia de su
asentamiento en Elizondo, Irurita, Elbete, Amaiur y, sobre todo y
principalmente, en el barrio arizkundarra de Bozate.
¡Hala!,
ya se nos va esto otra vez de las manos, así que terminamos. Bueno, como hoy sí
tocaba yantar en posada y el calor en esta zona llega a ser asfixiante por la
elevada humedad, hemos decidido buscar un lugar fresquito donde comer. Y qué
mejor sitio que en la Regata de Beartzun. Allí, a unos 2,5 kilómetros de
Elizondo, en uno de esos rincones mágicos a los que hacíamos referencia en la
primera parte, está la borda Itzalargikoborda. En su porche y al rumor del
arroyo que por allí corre se come que ni los príncipes. Eso sí, calor para regalar.
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