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martes, 15 de diciembre de 2015

Artajona - Artazu

 
Andanza XIX: Artajona - Artazu

Día: 04/05/2014

 
Bonicos nos hemos levantado  de buena mañana, con las entendederas algo brumosas. El asunto es que, atrapados entre el cumplimiento de nuestras andanzas moteras dominicales, que a nuestras lectoras debemos, y la obligada celebración del Día de la Madre de punta en blanco, finalmente hemos decidido tirar por la calle de en medio. Hoy habrá andanza breve y después a consumar religiosamente la celebración gastronómica del matriarcado vestidos de personas, no de moteros zarrapastrosos. Dado el ahorro geográfico impuesto, nos quedaremos en Artajona y Artazu, que aunque sólo son dos, dan mucho de sí. 

A Artajona hay que echarle de comer aparte. Hay lugares superdotados por la historia, tanto que la rezuman en cada rincón, y esta villa es uno de ellos. Condensar aquí tal sobreabundancia es tarea abrumadora, si bien, ante el desatino escrito, nos socorre la elocuencia de la imagen.


Artajona se asienta en la Zona Media de Navarra, pertenece a la Merindad de Olite y si trazáramos una línea recta entre Puente la Reina y Tafalla, se situaría a mitad de camino. Su caserío ancestral se descuelga por un cerro coronado por una impresionante fortificación medieval conocida con el nombre de “El Cerco”. El casco histórico es laberíntico, de callejuelas estrechas y empedradas, jalonadas por monumentales casas y palacios, llenas de encanto medieval, tradición y testimonio.
 
El “Cerco” es el conjunto fortificado medieval mejor conservado de Navarra. Data del siglo XII y tiene un trazado irregular resultado de su adaptación a la orografía del terreno. Su perímetro está definido por un robusto lienzo de sillería salpicado de torres cúbicas almenadas. En origen debió de contar con catorce torres, de las que quedan nueve en pie. La iglesia-fortaleza de San Saturnino preside todo el conjunto, servía de vigía y alertaba del peligro con sus campanas. Por cierto,  se dice que Artajona es el único lugar en el que las campanas bandean al revés. Lo normal es empujar el yugo hacia fuera, pero los lugareños lo hacen hacia dentro, siendo necesarias tres personas para conseguirlo.

Una curiosidad histórica excepcional es la existencia del Reino de Artajona, fue efímero, pero reino al fin y al cabo. En 1150, el rey navarro García Ramírez el Restaurador casó con doña Urraca, hija natural de Alfonso VII de Castilla, recibiendo como dote la villa y tierras de Artajona. El monarca navarro murió durante una cacería en Lorca y su viuda siguió gobernando el territorio artajonés independiente pero vinculado a Castilla hasta su restitución a Navarra en 1158.

 
Bueno, finalizamos ya el periplo por Artajona con otra anécdota. En 1977 este privilegiado entorno fue elegido para el rodaje de la película “Robin y Marian”, con Sean Connery y Audrey Hepburn como principales protagonistas.

Se nos agota el tiempo y hemos de movernos con apresuramiento. Nos vamos a Artazu, localidad situada en Val de Mañeru, en la falda oriental del cerro de Santa Cruz, a 4 kilómetros de Puente la Reina. El río Arga constituye el límite entre Artazu y Puente la Reina  y también es frontera natural entre dos merindades ya que Puente la Reina pertenece a la Merindad de Pamplona y Artazu a la Merindad de Estella.  

Después de lo visto en Artajona, Artazu se nos puede aparecer como el pariente pobre, pero nada más lejos de la realidad. A menor escala, esta villa mantiene la esencia medieval-renacentista, ha conseguido atraer a mucho inquilino de fin de semana y se ha reinventado convirtiéndose cada mes de septiembre en sede cultural del vino con ocasión de la jornada festiva del “Día de la tierra y el vino”, en plena época de vendimia, recuperando su pasado y recreando en cada rincón del municipio los antiguos usos y oficios. Artazu recuerda todavía, con nostalgia, como el abandono progresivo del campo acabó con casi todas las hectáreas de garnacha que componían su paisaje. Pero hay esperanza, en este pequeño reducto la garnacha está resurgiendo gracias a la pasión de alguno de sus bodegueros para deleite los amantes del vino puramente navarro.

 
Rediós, esto se nos ha ido de las manos en extensión. Acabamos, mudamos la moto por la lata de cuatro ruedas, nos vestimos de guapos y a la capital de la Merindad a solemnizar una lejana pero persistente maternidad.





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