Andanza XLI: Cintruénigo - Cirauqui/Zirauki - Ciriza/Ziritza
Día: 08/03/2015
Retomamos las andanzas tras un mes de parón provocado por una sucesión de
circunstancias meteorológicas adversas, es decir, agua y más agua en sus diferentes
estados caída del cielo cual plaga bíblica, que se ha llevado por delante
carreteras varias y más cosas, abducidas por un Ebro cabreado que ha dejado
entrever eso de “estos son mis poderes”.
En fin, hoy, con una jornada radiante y ansiosos por aquello del “mono” de moto, vamos a saturarnos y resarcirnos de los pasados días de abstención. Como objetivo Cintruénigo, Cirauqui y Ciriza, tres villas discordes geográficamente hablando, que nos obligan a empacharnos de kilómetros, pero bueno, ya se sabe que en la diversidad está el deleite.
La Ribera nos espera, y Cintruénigo, a su manera, se muestra hospitalario con cualquiera. El pueblo se ubica en la Merindad de Tudela, en el curso bajo del río Alhama, a
Cirauqui
es un pueblo medieval, abigarrado, pequeño pero
nobilísimo, emplazado en pleno Camino de Santiago, en un enclave privilegiado
situado a mitad de camino entre Puente la Reina y Estella. Se encarama sobre
una colina por la que trepan calles estrechas y pintorescas, de gran atractivo,
jalonadas de vistosas viviendas, unas de gran valor histórico y artístico, otras
plagadas de sabiduría popular.
Esta localidad muy pronto se hizo famosa, pues aparece mencionada ya en el célebre “Codex Calixtinus”, obra de Aymeric Picaud, auténtica guía de peregrinos medieval (ese libro gordo conocido a nivel popular porque lo sisó el electricista de la catedral de Santiago). El hecho que narra es curioso y deja en mal lugar a los navarros de entonces. Resulta que el señor Picaud, en calidad de peregrino, pasó por el puente del Molino (camino a Lorca) y advierte lo siguiente respecto al río Salado: “¡Cuidado con beber en él, ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero!”. Añade después que preguntaron a los lugareños si podían abrevar en él los animales y estos, a la zorra, les dijeron que sí, “por lo que les dimos a beber a nuestros caballos, que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo”. Según Picaud, los de Cirauqui debían de ser en aquel tiempo una especie de cavernícolas asilvestrados, dispuestos a desollar y comerse cualquier víctima que cayera en sus garras. Menos mal que sus descendientes parece que se han olvidado de esos usos y costumbres.
Bueno,
vamos terminando, nos queda la pequeña localidad de Ciriza, de 123 habitantes,
situada en el Val de Echauri, en la cuenca de Pamplona. Ciriza tiene dos núcleos
de población: la propia Ciriza y Elío. Es un municipio en extensión, con sus
casas desparramadas por una suave colina, que destila paz y placidez, y no hay
mayor disfrute que acceder hasta él siguiendo el curso del río Arga desde
Puente la Reina, por un paisaje bucólico-idílico de cuentos pastorales, aunque
ya sin pastoras y sin bichos dispuestos a pastar, pero con muchos residentes de
fin de semana que en cierta manera sí que pastan en las excelencias de estos
rincones.
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