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martes, 23 de octubre de 2018

Lodosa

Andanza CV: Lodosa

Día: 15/07/2018

No hay como tener amigos críticos, de los que te dan pie a elucubrar sobre sus aseveraciones. En esta ocasión, nuestro agradecimiento al aguafiestas que anda empeñado en recordarnos de vez en cuando lo ilusorio de estas Andanzas, porque dice que sólo contamos medias verdades, porque sólo nos aplicamos en ver lo estupendo de los sitios, y nos apuntilla, además, asegurándonos que el criterio seguido sobre lo estupendo es muy subjetivo. Nosotros, ofendidos, le respondemos con un refrán: Alábate, cesto, que venderte quiero.

Si el propio creador no ensalza a su criatura, pues apaga y vámonos. Evidentemente, estos relatos nuestros contienen su correspondiente valor ideológico al referirse a unas realidades en las que no somos imparciales, faltaría más, y lo venimos advirtiendo desde un principio, en cuanto a lo de ver sólo lo que queremos ver. Que flirteamos con lo aparente, pues sí, pero siempre con una premisa: que la credibilidad no deje de parecer. La temática tratada nos viene dada por la naturaleza de la misión que nos hemos encomendado y la ordenamos de acuerdo al plan establecido y la dirigimos a un fin que todos ya conocemos, y todo esto manteniendo la ilusión de aventura, en un intento de provocar sugestión.

Nos hemos convertido en defensores del espíritu de lo rural, de la tradición por estética, en una suerte de mimesis entre lo contemplado y su interpretación. Y para darle enjundia, lo de utilizar repetidamente juicios de sabios interlocutores hasta desembocar en nuestros propios amaños es argucia declarada y lo hacemos prescindiendo del sentimiento de los invocados, más que nada aprovechándonos de su indefensión, o sea, por encontrarse fallecidos. Todo es porque nos gusta jugar con lo aparentemente acontecido. 

La refutabilidad de lo dicho es el elemento activo de nuestra trama. Especulamos para persuadir, también para encarar apreciaciones, de cara a influir sobre el lector, que es quien, finalmente, debe quedar convencido de lo que lee y de lo que ve. Sabemos que está feo eso de entregarse a orientar criterios para que la víctima se vea iluminada “de manera espontánea” por la idea final, pero de buen samaritano es hacer nuevos descubridores de lo ya descubierto.

Sirva lo dicho como alegato para impugnar las afirmaciones del amigo aguafiestas, aunque, en realidad, no le falte su parte de razón; sin embargo, como lo nuestro es el erre que erre, vamos a hacer una vez más oídos sordos a la crítica, de buena voluntad, eso sí, y seguiremos viendo al libre albedrío. Y puestos a ver a conveniencia, hoy nos vamos de visita no demasiado lejos. No cambiamos ni de Merindad, nos quedamos en la de Estella, hacia el Sur, hacia la Ribera.

Nuestro objetivo es Lodosa, uno de esos sitios que aguarda al viajero plagado de signos de identidad. Hoy no castigaremos los lomos de nuestra montura con una de esas interminables rutas de montaña rebosantes de curvas, hoy nos hemos de conformar con un transitar apacible por la NA-666 hasta Sesma, para enlazar con la NA-129, que nos deja caer pendiente abajo en Lodosa.

Lodosa es villa inquieta, vivaz e industriosa, de Ribera del Ebro. Hija mimada del río, sus aguas la han dotado de una excelente vega hortofrutícola, aunque también la han constreñido, entre su propio discurrir y un farallón rocoso, estrechándola, obligándola a estirarse de Este a Oeste. Pero sus algo más de 4700 habitantes están agradecidos al padre Ebro, pues éste, su  progenitor, es quien les consiente presumir de entorno.

No es Lodosa sitio monumental, a excepción de la iglesia de San Miguel, ubicada en el centro de la localidad, al resguardo de la peña, de recia figura y plagada de retablos. Su caserío es sencillo y ordenado, apenas guarda entre sus edificios vestigios del pasado, ni su distribución recuerda anarquías medievales. En esto es villa olvidadiza. No lo es en cuanto a conciencia de su identidad, porque ésta es de renombre. Y aunque no sólo de pimientos y toros vive Lodosa, pimientos y toros la han hecho famosa.

Aquí se cultiva el Pimiento del Piquillo de Lodosa, un producto encumbrado al Olimpo de los vegetales por su calidad superior y sabor característico, que le diferencia de otros pimientos. Está considerado como el oro rojo de Navarra, goza de reconocimiento a nivel nacional y en los últimos años se ha convertido en una de las principales conservas de la industria agroalimentaria navarra y en producto estrella de su gastronomía.

El otro icono de Lodosa es el Toro con Soga. La localidad celebra la fiesta del Toro con Soga durante el mes septiembre, coincidiendo con las fiestas en honor a la Virgen de las Angustias. Al bicho lo sueltan una vez por la mañana y otra por la tarde, y no es un bicho cualquiera, es un morlaco de media tonelada que recorre las calles del pueblo sujeto con una soga atada a sus cuernos, y en el otro extremo, varios mozos intentando contenerlo para que no embista a diestro y siniestro.

El Toro  Ensogado de Lodosa es característico y privativo, porque es el único municipio de Navarra donde se permite. Este tipo de festejo se celebra en otras localidades de España, pero en recintos más o menos cerrados, en cambio, en Lodosa corre sin rumbo fijo y sin restricciones de vallado, iniciando su andadura en la plaza situada frente al Ayuntamiento, con duración aproximada de una hora. Hoy no hay toro con soga, pero viendo la estatua a tamaño real que se le ha erigido al bicho en Lodosa, nosotros nos vamos yendo por donde habíamos venido, por si acaso.