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domingo, 27 de diciembre de 2020

Morentin - Mues/Cábrega - Murchante

Andanza CXV: Morentin - Mues/Cábrega - Murchante

Día: 15/12/2019

Ante cualquier aventura hay que ser previsor. Nosotros ya lo hemos demostrado en muchas ocasiones en el transcurso de esta misión. Al ponernos en ruta siempre nos ha gustado arrancar con la tranquilidad de sabernos conocedores, o al menos sugestionados con ello, de lo que nos va a deparar la Andanza correspondiente. Más que nada, por pura prevención de riesgos laborales, aunque en nuestro caso los riesgos no provengan de ninguna actividad relacionada con el trabajo, sino que es un trajín ocioso, pero la seguridad por delante.

Alguna mañana, antes de salir, hemos consultado por la ventana el vuelo de los pájaros en búsqueda de un buen augurio y, hasta ahora, nos ha salido bien. Cuando no hay aves en lontananza, se nos ha pasado por la cabeza auscultar las entrañas de un animal sacrificado, pero como para eso somos muy melindrosos, lo hemos dejado estar. Sin embargo, si se buscan predicciones fiables al cien por cien, para eso están los oráculos. Ejemplos de la solidez de sus vaticinios los hemos visto aquí mismo, cuando hemos traído a colación a personajes de la Antigüedad. Para refrescar la memoria basta echar un vistazo a la Andanza LXXXVII, la correspondiente a la Cendea de Iza, en la que hacíamos mención a la visita que hizo Heracles al Oráculo de Delfos, requiriendo ayuda para sus males.

Bien es cierto que oráculos hubo muchos, pero para bueno, bueno de verdad, el de Delfos, consagrado al dios Apolo y con la Pitia como interlocutora. El problema está en la distancia. Si hasta ahora no lo hemos consultado es porque nos pillaba un poco a desmano. ¡Ahí está Grecia! Ciertamente, en la Antigüedad y hasta hace bien poco, los servicios dispensados por el Oráculo de Delfos sólo estaban al alcance de los que vivían en las proximidades o disponían del tiempo necesario para desplazarse hasta la Fócida griega, que no es nuestro caso.

A Dios gracias, las nuevas tecnologías han venido en nuestro auxilio. No hace mucho nos enteramos de que Apolo se ha modernizado y la Pitia es un dechado de virtudes teletrabajando. Ahora las consultas se pueden hacer por Internet, en el sitio http://www.delphicoracle.net/. Nos ha extrañado un poco que la web esté en inglés, dejando al griego de lado, aunque debe de ser por ese alfabeto tan raro que tienen los helenos. De todas formas, activando el traductor de Google, se va uno apañando para preguntar por su futuro. Advertencia, no probar con nada que tenga que ver con la lotería u otros juegos de azar, pues la Pitia se hace la sorda.

Hoy hemos elevado consulta a Apolo sobre qué nos iba a deparar la Andanza correspondiente por Morentin, Mués/Cábrega y Murchante y, por boca de la Pitia, nos ha dicho que de todo iba a haber. Una respuesta tan ambigua no la hemos visto conforme a un oráculo tan afamado. Hemos insistido y nos responde que si queremos más detalles, que le demos un número de cuenta. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Que le den al oráculo, a Apolo y a la Pitia. A tomarle el pelo a otros. En la Antigüedad no cobraban un dracma, si acaso, algún sacrificio, y mira ahora.

Así que, sin augurios ni vaticinios, a la buena de Dios, en un día primaveral de diciembre, arrancamos nuestra Andanza sin la debida prevención de riesgos por culpa de la codicia de los de Delfos. Empezamos el recorrido con Morentin y ni se nos calienta el motor para llegar, porque tras sólo cuatro kilómetros hemos llegado. A un pueblo que está a pie de la carretera NA-122, a siete kilómetros de Estella, asentado plácidamente en la falda sur de Montejurra, frente a la llanura del Valle de la Solana. Esa manía que tienen muchos pueblos de plantarse en una ladera hace que sus calles sean cuestas, y no terminamos de entender tales apegos, cuando poco más abajo está el llano. También tienen obsesión las iglesias por subirse a lo más alto, y la de Morentin no es excepción, aunque en materia sagrada tiene su explicación, todo santo gusta tener su residencia lo más cerca posible del cielo.

El caserío de Morentin se desparrama de la iglesia para abajo, repartiéndose entre sus calles de manera desarreglada unas pocas moradas antiguas y otras muchas no tanto. Al abrigo de sus muros se recogen algo más de 120 vecinos de ánimo estoico, porque el silencio que impera en el pueblo los harta de paz, de campo y, a medias, de soledad. La pompa la pone la proximidad de la carretera NA-122, con su continuo trasiego de gentes enlatadas sobre ruedas, de paso, sí, pero aportando sin querer un toque de agitación a tanto sosiego.

Nosotros, viendo que el pueblo aún bostezaba, hemos subido a saludar a San Andrés a su casa, pero también nos hemos encontrado con que a esas horas no tenía abierto el negocio. Así que, tras un rato en plan contemplativo del extenso horizonte de la Solana desde tan buena atalaya, sin ni siquiera un perro que nos ladre, arrancamos para cambiar de valle, del de la Solana al de la Berrueza, donde se ubica Mues.

A Mues lo parte por la mitad la carretera comarcal NA-129, que va de Acedo a Lodosa. Está a 5 kilómetros de Los Arcos y a 24 de Estella, plantado a las puertas de un desfiladero que le dicen la garganta del Congosto, una obra de ingeniería a cargo del río Odrón en la que ha invertido muchos siglos erosionando, erre que erre. Mues es un pueblo tirando a rojo, por lo menos desde el punto de vista estético, porque éste es el color que domina en la piedra de sus casas, todo por aprovechar el material autóctono.

Hasta la iglesia de Mues se va al rojo, por servirse también de la piedra que había más a mano, porque, que se sepa, a Santa Eugenia no se le han conocido veleidades políticas. El templo es un batiburrillo de estilos. Se empezó en gótico y se le han ido añadiendo apaños de estilos sucesivos. Ahora, con su torre barroca gusta de presumir y dejarse ver por encima de la pared del frontón, empeñado éste en esconder el pórtico de las miradas inquisitivas que provengan de la carretera.

Mues también es de esos sitios en los que la quietud campa a sus anchas, al menos de lunes a viernes. Sin embargo, los fines de semana hay algo de marejadilla provocada por los visitantes que vienen a por la tranquilidad que les sobra a los oriundos. Los oriundos son menos de 100, así que, repartiéndose la tranquilidad del lugar en lotes iguales, tocan a un quintal y medio por cabeza. No hay miedo entonces si los forasteros se quedan con un poco.

Nosotros nos llevamos nuestra porción de tranquilidad camino de Cábrega, pero la hemos paseado en balde porque allí hay para dar y tomar. Cábrega está siguiendo la NA-129 hacia Acedo, pero una vez pasado el desfiladero en el que trabaja el río Odrón, hay que tomar un desvío a la izquierda con dirección a Ubago y como a un kilómetro se encuentra el antiguo señorío de Cábrega, que es de propiedad privada y se halla vallado. Cábrega está compuesto por una casa palacio y una iglesia, situadas en un enclave privilegiado. Sólo por contemplar desde aquí las vistas que ofrece el valle y la Sierra de Codés merece la pena visitar el lugar.

Pero en plena ansia contemplativa nos acordamos de que aún nos falta dar una vuelta por Murchante, alejado casi 100 kilómetros. El Abecedario es inmisericorde y de vez en cuando nos castiga separando dos pueblos consecutivos con distancias de años luz. Pues arreando y por carreteras rápidas que no cuestan dinero, nos plantamos en la Merindad de Tudela en una hora larga.


Murchante tiene muchas cosas bonitas y buenas. Tiene un pueblo alargado de urbanismo reticular, tiene algo menos de 4000 habitantes, tiene mucha obra de ladrillo, como buen pueblo de la Ribera, tiene un Cierzo que mantiene los cutis tersos y jóvenes y purifica la atmósfera, tiene buenas comunicaciones por ferrocarril y autopista, tiene cerca el Canal de Lodosa, el río Queiles y el Moncayo, tiene campo de cereal, olivar y huerta, y así hasta no acabar nunca. 

Pero si algo tiene Murchante que sobresale sobre cualquier otra cosa mundana es su filosofía de la vida, filosofía rica en matices, profunda, atrayente, dedicada a ensalzar a lo que emana de la tierra y, tras un proceso milenario, termina acogido en lo más profundo del cuerpo, y que se encierra en esta gloriosa frase: Quien a Murchante vino y no probó el vino… ¿A qué vino? Buff!!! Los pelos como escarpias…