Andanza VI:
Alsasua - Améscoa Baja
Día: 12/01/2014

La mañana está fría, húmeda y brumosa, circunstancias que empeoran según
comenzamos a subir el puerto de Lizarraga. A medio puerto nos recibe
cordialmente la niebla, nos saluda con un abrazo envolvente que no deja ver un
carajo, nos moja y encima ensucia la moto… ¡bendita niebla! Pero arriba, en la
venta de Zumbel… ¡sorpresa!, luce el sol, tibio pero agradable. En la Barranca
hace un día plácido para casi mediado el mes de enero. A nuestra llegada,
Alsasua ya se ha desperezado y hay cierto bullicio en sus calles. Foto a la
iglesia desde la plaza pues es zona peatonal, donde no puede faltar su típico
kiosco reivindicativo.
La subida a Urbasa por su cara norte es de carretera estrecha, sinuosa y
lenta, así que cuidado. Además hay tráfico; mucho excursionista ha decidido hoy
subir a la sierra. La vertiente sur se abre al valle de Améscoa Baja,
conformado por ocho concejos: Ecala, San Martín, Zudaire, Baríndano, Artaza,
Urra, Gollano y Baquedano.
Améscoa es una tierra atrayente, por la que siempre hemos sentido cierta
debilidad, tal vez por los años vividos allí. De todas formas, no faltan
motivos para ello, pues si hace pocos días describíamos un Valle de Allín
idílico, hoy toca una Améscoa paradisíaca al abrigo de los declives de Urbasa y
Lóquiz. Empezamos por Ecala y San Martín, que aunque administrativamente
pertenecen a la Baja, geográficamente se sitúan en la Améscoa Alta.
Nuestra siguiente visita es Urra, la joya de la corona. Describir este
rincón es tarea de poetas, aunque sean malos, por ello nada mejor que
transcribir el principio de un texto que aparecía en la revista Elgacena de
marzo de 1987: “Serpentea el camino que esforzadamente trepa y se abre paso
hasta un rincón escondido y selvático, en el que la ladera de Urbasa, almenada
de roca, forma un repliegue. Lugar bravío donde el robledal, el hayedo y el
castañar sestean al abrigo de ojos curiosos. Es en esta crestería rocosa, que
ciñe y encoje el horizonte, en la que se recorta la todavía airosa silueta que
forman las torres de un viejo palacio, cabo de armería…”
Bueno, el resto de estos pequeños pueblos no le van a la zaga. Desde Artaza
visitamos Gollano y Baquedano por una pista cementada que transcurre al pie del
farallón de Urbasa en absoluta tranquilidad. A ver si las fotos no desmerecen.
Terminamos ya en Baríndano y por último Zudaire, pero no dejamos este
pueblo para el final por casualidad. Lo hacemos porque, por una extraña
contingencia son las 14:30 y nos ha entrado hambre. ¡Qué cruz llevamos a
cuestas! Por tanto, visita a Casa Irigoyen, viejos amigos y buenos anfitriones.
Al calor de su lumbre otra vez panza llena. Maldita moral de cigarra.


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