Andanza VIII:
Anué, Valle de
Día: 02/02/2014

Al alba, al asomar el hocico por la ventana, hemos visto un grajo
volando bajo, así que a buscar los pulgueros de franela. No nos hemos
equivocado. Un poco más arriba de Olave la nieve había plantado sus reales y ya
en el valle mostraba sus poderes.
Anué
es comarca de tránsito hacia la montaña y algunos de sus lugares muestran ya
esa arquitectura representativa de las tierras altas. La nieve ha embellecido
el paisaje, pero también nos hace ir con las orejas tiesas por estas carreteras
estrechas, con poca circulación y con algunas calles de los pueblos
intransitables. Por todo el valle destacan sus bosques naturales de
robles y hayas, ahora desnudos y blanqueados, así como sus praderas a pie de valle y los pastizales de
las zonas elevadas cubiertos de inmaculado manto. Aunque hoy menos de los
habitual, la mayor parte de sus pueblos se ven dinamizados durante el fin de
semana por vecinos de Pamplona que tienen en ellos segundas viviendas,
rompiendo la imperturbabilidad de la que gozan estos lugares a diario.
Pero esta
mañana hasta las vacas que rumiaban, o al menos lo intentaban bajo la cubierta
de nieve, en esos pastizales de los que hablábamos, nos miraban con gesto torvo,
intentando descifrar los misterios que impulsan a dos alienados subidos en un
artefacto ruidoso a profanar su valle con la que ha caído. ¡Cave iumenta!
En conclusión, finalmente, al regreso, cuando ya habíamos hecho propósito
de enmienda y no teníamos intención de pecar capitalmente, la tentación nos
acechó inmisericorde con uno de sus vicios concupiscibles. A la salida de una
curva en Olave un neón decía: “Mesón Vicente”, y cual mosquito a la luz, la
atracción fue fatal. Qué alubias rojas con tocino y guindillas para entrar en
calor al amor del fogón. ¡Dios!, es que no tenemos remedio…
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