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domingo, 20 de diciembre de 2015

Espronceda - Estella/Lizarra


Andanza LI: Espronceda - Estella/Lizarra

Día: 21/06/2015

Hoy nos hemos levantado lúcidos como el día y un chispazo de consciencia nos ha puesto de manifiesto que la moto viene a ser engendro donde todas las incomodidades tienen su asiento, como diría Cervantes. Es aberración de la técnica que, salvo en actitud dinámica o mediante el auxilio de un sostén asociado, ni siquiera mantiene el equilibrio. Por su condición desabrigada es también foco de atracción de inclemencias y adversidades diversas: fríos que agarrotan las articulaciones, calores que deshidratan hasta la mollera, objetivo de aguaceros imprevisibles y títere en manos del viento, ese bendito elemento amigo de zarandear sin contemplaciones. Y qué decir de su cualidad para convertirse en blanco de insectos y aves suicidas, así como de cualquier otro bicho que tiene a bien merodear por la calzada. No debemos ocultar su potencial para generar pendencias y disputas subidas de tono con el pasajero/a por nimiedades tales como establecer la parte proporcional que a cada cual corresponde de su exigua capacidad para transportar equipaje o las relacionadas con los diferentes puntos de vista respecto a la comodidad del asiento trasero. Tampoco podemos olvidar su faceta de monstruo fagocitador de ruedas a precios astronómicos. Y así, por no extendernos más, dejamos en el tintero un sinfín de sus otras “virtudes”.


Nosotros, diletantes de la metafísica, en más de una ocasión hemos echado mano alegremente de la filosofía para intentar dar explicación a lo inexplicable, es decir justificar la atípica conducta de quienes somos apasionados de semejante vehículo, pero seguramente ni un nuevo Sócrates se vería capacitado para sacarle el sentido a tal conducta y, probablemente, aún extrayendo del Hades al antiguo, éste habría de volver a su reposo ofuscado por no conseguir desentrañar el misterio. Así que no nos engañemos, no hay ciencia que haya descubierto analgésico paliativo, ni siquiera placebo engañoso que destierre el mal que nos aqueja, por tanto cada loco con su tema y al lío, que en el que nos hemos metido hoy es de trayecto breve pero de amplias calidades.


Empezamos por Espronceda, tranquila villa con nombre de poeta enclavada en el valle de Aguilar, en la Tierra Estella Occidental. Espronceda, como todos los pueblos de la zona que se cobijan en la vertiente sur de la Sierra de Codés, mantiene un estado permanente entre el sueño y la vigilia. Dormita a diario placenteramente al abrigo de bullicios. Los domingos se sobresalta con algún alboroto que otro, el causado por el repique de campanas llamando a misa a unos pocos feligreses, o el suscitado por el advenimiento de sus hijos tránsfugas que durante el fin de semana retornan a la patria chica.


Y de la calma chicha de Espronceda nos vamos a las agitaciones de Estella. Punto clave en el Camino de Santiago, sus vecinos siempre han gustado llamarla “La Toledo del Norte”. Por algo será. Hoy capital de merindad, tomó carta de naturaleza en 1090, de la mano del rey Sancho Ramírez, que otorgó fueros al antiguo poblado de Lizarra. La Ciudad del Ega, como también se la conoce, es villa superdotada en monumentalidad y es que tan luenga existencia ha dado tiempo a los arquitectos de todas las épocas a infestar sus rincones de edilicia de todo estilo, del románico al modernismo, etc, etc. No hay sitio aquí para entrar en detalles. Los que la vivimos a diario ya ni nos inmutamos. Quien la descubre por primera vez no se queda indiferente. A Estella se la disfruta o se la disfruta más todavía. En fin, el que no se lo crea que venga y, cual Judas, que meta el dedo en la llaga.













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