Día: 11/01/2015
Otra sesión de Ribera nos espera, acompañada, eso sí, de una incursión en la Navarra Media.
Pero como de humanos es errar, resulta que en la pasada Andanza se nos escapó
un pueblo: Figarol, que si bien no es municipio independiente, sino concejo subordinado
a Carcastillo, lo pasamos por alto involuntariamente, así que hoy, aunque con
retraso, toca hacerle los honores.
Arrancamos nuestro quehacer con las miras puestas en Cascante, villa de la Ribera perteneciente a la Merindad de Tudela y ubicada en el valle del río Queiles. Cascante rompe con la monotonía urbanística de otras villas de la Ribera, dado que cuenta con un patrimonio arquitectónico civil y religioso que abruma. No es de extrañar, pues rezuma historia en cualquiera de sus rincones y es que de casta le viene al galgo. Fue un antiguo poblado celtíbero que se convirtió en un importante enclave romano (Cascantum), incluido dentro del itinerario romano que comunicaba Tarragona con Astorga y de cuya importancia dan fe Ptolomeo, Plinio, Antonino y Tito Livio. Ahí es nada. Hasta acuñó moneda propia, celtíberas primero e hispano-romanas durante el mandato del emperador Tiberio. Es la única ceca de la Antigüedad de la que se tiene constancia en Navarra.
Detallar los tesoros de Cascante sería prolijo y aquí nos falta espacio,
pero bien merece una visita su casco viejo, entramado de calles con numerosos
recovecos y lleno de palacios blasonados herencia de antiguos linajes; por
supuesto, ineludible es la visita a la Basílica del Romero, amable con quien
peregrina hasta allí, pues lo protege del frío cierzo con su magnífica arquería
barroca, un escenario de sorprendente belleza y originalidad.
Abandonamos
Castejón para pagar una deuda y es la que tenemos con Figarol por haberlo
olvidado la semana pasada. No nos escuece pagar este débito porque casi nos
pilla de camino hacia Cáseda tomando un pequeño desvío. Figarol es un pequeño poblado dependiente de Carcastillo, con unos 385
habitantes, fundado en 1962 y situado en una antigua finca donada al Monasterio
de la Oliva. Hemos decidido tomar aquí un refrigerio y hemos acertado. Qué
mejor sitio que el albergue Doshaches. Excelente txistorra y todo amabilidad. A
sus propietarios se les ocurrió transportar hasta aquí el año 2005 un barco
merlucero cantábrico de 16 metros de eslora fabricado en Hondarribia y que
actualmente se encuentra varado en el césped frente al albergue, sirviendo como
apartamento de cuatro plazas. Uno puede sentirse marinero tierra adentro por
unos cuantos euros.
Cáseda es nuestro punto y final para hoy,
pero antes hemos de hacer parada en otro pequeño concejo subordinado a esta
villa: San Isidro del Pinar. Curioso lugar, sí señor, con 33 habitantes, está
plagado de pequeñas palmeras y segrega sosiego y paz por sus cuatro esquinas.
Terminamos. Cáseda es una villa situada en la Merindad de Sangüesa, con
una población de algo más de 1000 habitantes. Fue un
emporio medieval fortificado asentado en un cerro junto al río Aragón.
Todavía conserva numerosos vestigios de su pasado, entre los que destaca el puente
de nueve arcos -el segundo mayor de Navarra, tras el de
Tudela- y la iglesia gótica de Santa María. Sereno y seductor es el paseo por su casco histórico, bien
cuidado y colmado de palacios y casas nobles. Desde lo alto del pueblo se
contempla un bello paisaje con el río Aragón como protagonista, impasible,
durante siglos ha visto pasar almadías, ejércitos y ganados en trashumancia.
Rediós, se nos ha hecho tarde. No nos queda otra que buscar mesón camino de casa. Estimamos que Ujué es buen lugar, pues resulta que el estómago tiene memoria histórica y se acuerda perfectamente del asador Uxue y sus buenos manjares.
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