Andanza
XI: Arakil, Valle de
Día:
23/02/2014

Bien,
resulta que el valle de Arakil, nuestra víctima, lo sustancian once concejos y
tres lugares que presentamos en sociedad: Ekai, Etxarren, Egiarreta, Errotz,
Izurdiaga, Satrustegi, Urritzola, Villanueva de Arakil-Hiriberri, Ihabar y
Zuhatzu (los concejos); y Aizkorbe, Itxasperri y Murgindueta (los lugares). Menudo
trabalenguas, a los no euskaldunes, con tanta tz, tx, etc., se nos luenga la
traba.
Arakil
planta sus reales en La Barranca-Sakana y la actual autovía A-10
(Pamplona-Vitoria) le traza una bisectriz en sentido este-oeste. Lo de La
Barranca le viene por la custodia que al norte le hace Aralar y al sur Andía y
su estribación de la sierra de Satrústegui. Las peñas de Dos Hermanas, al
noreste, desde su majestuosidad controlan todo cuanto se mueve por la zona. Es
Irurzun el centro neurálgico de la comarca, aun no perteneciendo al valle en la
actualidad, del que se separó en tiempos no muy lejanos.
Esta
mañana el dios Apolo ha tenido a bien regalarnos unos agradecidos rayos de sol
y por ello saludamos su albedrío, aunque ya puestos podía hacer que calentaran
un poco más el tío rácano. El ronroneo ronco de nuestras motos ha profanado el
sosiego del valle penetrando desde el sureste, vía Astrain, Ororbia, Irurzun.
Antes de llegar a esta última población ya nos salen a recibir Errotz,
Urritzola e Izurdiaga.
Después
de visitar Aizkorbe, el pueblo más oriental del valle y donde hay que tener
mucha fe para subir hasta la iglesia, volvemos hacia atrás para introducimos en
La Barranca propiamente dicha, por la que el río Arakil discurre culebreando en
profundas ondulaciones. En sus márgenes se sitúa el rosario de pueblecitos que
toca inmortalizar; de Etxeberri a Murgindueta no hay mucha distancia en línea
recta, pero el recorrido intermedio entre estos concejos se convierte en un
auténtico laberinto con sus despistes incluidos. Es lo que hay.
En
el pequeño lugar de Murgindueta ponemos punto final al valle. Desde aquí se
divisa San Miguel de Aralar y hasta nos ha parecido ver a Teodosio de Goñi
pululando con sus cadenas entre la bruma de altura. Entre los presentes
disputamos al respecto, para unos era su espectro apesadumbrado, para otras era
un jabalí gordo. Fe contra razón en eterno debate.
Y
este cuento debería terminar como acostumbra: mesón y atracón. Pero no, hoy no.
Para evitarlo nos acompañan unos buenos amigos dispuestos a ayudarnos en
nuestra terapia de Tragones Anónimos, arrancándonos de las garras de la vil
gula, por esta vez. Nos han logrado sugestionar con las excelencias de un
cocido en casa estilo Artajona. Que Dios se lo pague.
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