Día: 10/08/2014
Lo digo porque hoy nos espera
otra paliza de kilómetros y ésta es la exclamación que sale del alma cuando uno
mira el nivel de desgaste que tiene ya la rueda trasera de la moto que se puso
nueva en julio y, además, para castigar aún más la goma, la semana próxima toca
ese otro viaje que nos han regalado por meter la mano en un avispero, al que
dedicaremos un monográfico.
En fin, no divaguemos y
centrémonos en nuestros planes para esta jornada. Hoy nos apetece hacer (y si
no apetece es lo que marca el inexorable abecedario) las localidades de
Barbarin, Bargota y Barillas. Aquí hay enjundia y sustancia en cuanto a
geografía, historia y mito. Navarra Media y Ribera pura y dura.
Barbarin está a salto de mata de
nuestro pueblo, de una zancada brincamos Montejurra de sur a norte y ¡alehop!,
ya estamos en Barbarin; pero por carretera hay que dar un pequeño rodeo, no
mucho. El pueblo está situado en el histórico valle de Santesteban de la
Solana, su término municipal se extiende en dirección NE-SO, alargado,
estrecho, y suavemente inclinado desde la falda de Montejurra hasta el límite
con el de Los Arcos. En él hay vestigios de ocupación romana y parece ser que
allí eran por entonces muy devotos de una divinidad adoptada por los romanos,
probablemente de origen local, llamada Selatsa. Es que estos romanos eran muy
cucos, apadrinaban rápidamente a cualquier dios indígena si esto ayudaba a la
hora de convencer a los lugareños sobre las bondades de Roma. Como curiosidad,
en alguna zona del norte de la Península hicieron suyo al dios de los orzuelos,
Vacocaburio se llamaba o algo parecido.
Bueno, a lo nuestro. Decíamos
antes de irnos por los cerros de Úbeda que la población, de calles quebradas y
discontinuas debido a su origen medieval, se divide en dos núcleos
diferenciados: el barrio alto, emplazado en la ladera oriental del monte,
presidido por la iglesia parroquial, y el resto del caserío, distribuido por
una semillanura al otro lado de la carretera que va de Allo a Urbiola. En las
inmediaciones de la iglesia y de la calle Mayor se ubican viviendas de los
siglos XVI, XVII y XVIII de recio empaque. Conservan algunas de ellas la
rejería de la época y blasones de rancio abolengo. Aquí también hubo un abad
que a principios del siglo XVII, como el nuestro, construyó un ostentoso
edificio de sillería, que ahora es el número 5 de la calle Mayor. Estos señores
abades eran la flor y nata de cada pueblo.
Hala,
dejamos ya Barbarin que esto se alarga y tomamos rumbo a Bargota. Para llegar
hasta allí nos hemos de incorporar a la antigua N-111, con dirección a Viana.
Pasado Torres del Río y a poco de empezar las moteras curvas de Mataburros,
debemos tomar un desvío a la derecha, tras el cual rápidamente aparece Bargota.
Invocar el nombre de Bargota es invocar al diablo. Bueno, no tanto, digamos que
es invocar a su personaje más célebre, el que le ha dado fama y atrae todos los
años a cientos de personas a su “Semana de la Brujería”. El señor Johanes “el
Brujo de Bargota”, nació en la segunda mitad del siglo XVI, cursó sus estudios eclesiásticos en
Salamanca, donde parece ser que se inició en el arte de la brujería, y disfrutó
de una capellanía en la iglesia parroquial de Bargota. Gracias a las técnicas
de prestidigitación aprendidas en Salamanca y que luego exhibía ante sus
vecinos, se le atribuyeron poderes mágicos. Se murmuraba que el Brujo era capaz
de quitarse la cabeza u otros miembros del cuerpo a conveniencia y trasladarse
a través de las nubes con escoba o sin ella. Como no podía ser de otra manera
para los tiempos que corrían, fue denunciado en 1599 al Santo Oficio, confesó
haber acudido a un akelarre en Viana y fue condenado en un auto de fe en
Logroño en 1610. Escapó del fuego purificador por los pelos para arrepentirse
poco antes de morir, unos años después.
Bargota es un bonito pueblo en el
que se asientan numerosos caserones con escudos de armas, en su mayoría de los
siglos XVI y XVII. Su vecindario se ha implicado en la restauración y
conservación de estos edificios, consiguiendo que la villa mantenga ese aire
arcaico idealizado por un criterio actual, como le ocurre a muchas otras
poblaciones.
Como el tiempo apremia y el calor
empieza a hacer de las suyas, sin dar mucho tiempo al ocio hemos de poner rumbo
a Barillas, localidad de la que nos separan 108 kilómetros. Este pueblo se
localiza sobre un pequeño altozano en el Valle del Queiles, en la zona meridional
de la Ribera Navarra, a 14 kilómetros al sur de Tudela limitando con Aragón, en
pleno eje del Ebro. Es un tanto atípico para ser un pueblo de la Ribera, es
pequeño con una superficie que no alcanza los 3 Km² y su población ronda los
190 habitantes. En el casco urbano podemos disfrutar de las viviendas
características de la zona, donde predomina el ladrillo sobre la piedra, dentro
de un agradable y sosegado entramado de calles, aunque hoy se hallaba en
fiestas y un poco más alborotado de lo normal.
Redios, esto se nos ha ido de las
manos en extensión, así que vamos a dejarlo ya para no aburrir al personal. Con
36 grados a la sombra enfilamos hacia Calahorra buscando la fresca y la
generosa comida que nos han preparado los amigos compañeros de fatigas en el
día de hoy. ¿Quién dijo que las motos son para el verano?
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