Andanza XVI: Arcos, Los - Arellano - Areso
Día: 13/04/2014
Que Navarra es tierra de contrastes no sólo es un tópico muy manido, sino
que además es cierto. Y para muestra un botón. La andanza correspondiente al
día de hoy lo demuestra de manera fehaciente, pues a cualquier viajero
mínimamente observador le llamarán la atención los desacuerdos de paisaje y
paisanaje entre una localidad de Tierra Estella, en la Navarra Media
Occidental, como Los Arcos, y otra de la Montaña como Areso. Nada que ver, pero
en la variedad está el gusto.

Los
Arcos es una villa que disfruta hoy de tranquilidad, rodeada de suaves llanuras
ondulantes, aposentada al sol de La
Berrueza. Solamente se ve alterada por el trasiego de peregrinos camino de
Santiago. Pero no siempre fue así. Los Arcos, hasta fechas recientes, fue muy
dada a pendencias por su situación geoestratégica, de donde le viene el nombre
y el escudo. Ya sus primeros pobladores se vieron envueltos en las Guerras
Sertorianas y la arqueología dice que apostaron a caballo perdedor. En la Edad
Media se conforma como villa, recibiendo privilegios por parte de Sancho el de
Peñalén (ese rey que intentó volar sin alas) tras su victoria en la Guerra de
los Tres Sanchos entre castellanos, aragoneses y navarros.
Tambien tomó partido en las disputas del Príncipe de Viana y su padre, pero
otra vez eligieron rocín flaco. Por eso, en 1463 pasó a pertenecer al Reino de
Castilla, si bien conservando fueros y privilegios, situación que se prolongo
hasta 1753 cuando se reincorpora de nuevo a Navarra. En 1521 la población fue
saqueada por las tropas franco-navarras en su avance hacia Logroño, a raíz del
intento de recuperación del Reino por parte de Enrique II de Albret. No se
libró de altercados más o menos sangrientos en el transcurso de la Guerra de la
Independencia y en 1833, Santos Ladrón de Cegama se alzaba en armas a favor del
pretendiente Carlos V al inicio de la Primera Guerra Carlista (fue hecho
prisionero y fusilado). En fin, que el presente sosiego de esta localidad
seguramente le viene dictado por el cansancio acumulado a causa de los ardores
guerreros anteriores.
Nuestro siguiente horizonte motero es Arellano, a tiro de piedra de casa
(se ve por la ventana). Pueblo situado en altura, a la falda de Montejurra, dividido
en dos barrios: el Alto cuenta con calles estrechas y
tortuosas que recuerdan su origen medieval y el barrio Bajo, con una
distribución más organizada del caserío. A Arellano le ha dado fama la villa
romana situada en su término municipal conocida como “Las Musas”. Estuvo
habitada entre los siglos I y V dC. y actualmente se encuentra museizada y es
visitable.
Como
Arellano nos es familiar por proximidad no alargamos mucho la visita, además
hay que espabilar. Nos espera Areso, a unos 100 kilómetros, en la montaña. No
hay pereza pues el entorno y las carreteras son para disfrutar de la moto, eso
sí, dejando de lado la autopista. Curva tras curva, la primavera nos va
sorprendiendo con sus explosiones de color, y es que la tierra ya ha despertado
plenamente de su letargo. Areso es un pueblo desparramado, de inconfundible
fisonomía vasca. Se encuentra en la muga con Guipúzkoa, lo que en tiempos
pretéritos le convirtió en blanco de rapiñas. Los guipuzcoanos
tomaron las villas Areso y Leitza en la guerra entre Navarra y Castilla del año
1444. Tampoco escapó bien parada en la Guerra de la Convención, pues los
franceses arrasaron el pueblo en 1794. En ambas refriegas su iglesia-nido de
águila fue incendiada, como bien nos lo ha recordado el sacristán. A veces parece
que la historia sólo se escribe a base de acontecimientos bélicos.
Esto…, estamos
en Cuaresma. Es tiempo para arrepentirnos de los pecados y de cambiar algo de
nosotros para ser mejores con la práctica del ayuno y de la abstinencia.
Nosotros, en un esfuerzo supremo, hemos pasado sin volver la cabeza por delante
de cuantos restaurantes nos hemos topado en ruta para evitar el pecado. Al
menos hoy, la práctica penitencial de la Cuaresma nos ha ahorrado un par de
días de Purgatorio.
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