Andanza XLVIII: Ergoiena, Valle de
Día: 31/05/2015
Dice el
refrán que al membrillo hay que dejarlo hasta que le brote el pelillo, y aunque
todavía falta mucho para que le salga ese vello, parece que esto va por buen
camino con los días tan de verano que nos está regalando el final de la
primavera. Hoy, con el sol necesario para que al membrillo le salga su oportuno pelillo,
nosotros nos vamos a las tierras de la Sakana, al pequeño valle de Ergoiena, constituido por los concejos de Lizarraga (capital), Torrano/Dorrao
y Unanu; con una población de 450 habitantes, y envuelto en bosques y
prados. Ergoiena se ha encaramado en la ladera de la sierra de Andia, por donde
el arroyo Leziza discurre sosegadamente vigilado por la imponente mole de la
montaña de Beriain.
Antes de llegar a Ergoiena
nos esperaba nuestro querido puerto de Lizarraga, ese de las humedades
invernales, al que hoy hemos pillado de buenas y nos ha obsequiado con unas benignidades
poco habituales en él. Este puerto comunica a través de un túnel el valle de
Yerri, en Tierra Estella, con la Barranca, donde en primer término se muestra
ante el viajero el valle de Ergoiena. Hemos decidido empezar por Torrano,
abundante en cuestas y con la iglesia situada en la parte baja y en un extremo
del caserío. Sus vecinos han buscado refugio en moradas de recio empaque, de
grandes fachadas con portalones de medio punto o adintelados, formando hileras
en las que se adosan unas a otras como para protegerse de los fríos
inclementes. Pero hoy no, hoy esas crudezas invernales parecen lejanas y el sol
se empeña en deshidratarnos bajo el casco.
De Torrano a Unanu hay
poco más que un tiro de piedra y los une una estrecha carretera vecinal. Unanu
tiene hoy un ajetreo inusual para su habitual sosiego: hay comuniones. El
caserío está dispuesto en cuesta con la iglesia en la zona media. La propiedad
de sus dos barrios se la reparten sendos santos. El de la iglesia hacia arriba se
lo ha adjudicado San Andrés y el que cae hacia abajo es propiedad de San Pedro.
Las casas, en general, son más bien nuevas o restauradas, en las que no deja de
aparecer algún portalón de medio punto.
Bueno, vamos a
por el último, a por Lizarraga, y para llegar hasta él nos enmarañamos en un
laberinto de carreterillas del que nos saca nuestro buen amigo el Tomtom
(también tuvo mala leche el que le puso ese nombre con lo que sabe este
aparatito). Lizarraga presume de capitalidad y además es el mayor de los tres
pueblos. A Lizarraga la NA-120 lo divide también en dos barrios, el de arriba y
el de abajo, o sea que cuestas no le faltan, tiene para dar y tomar y las
piernas ejercitar.
Hala, abandonamos
ya la Sakana alta para volver sobre nuestros pasos, despedirnos del puerto de
Lizarraga, que tan bien se ha portado hoy, y buscar una terracita a la sombra
donde hidratarnos con unas buenas cañas y alguna cosita más consistente para
matar al gusanillo, quien ya anda pidiendo que le echemos algo del comer.
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