Andanza L: Eslava - Esparza de Salazar
Día: 14/06/2015
Celebración habemus. Hoy cumplimos 50 andanzas
embarcados en esta travesía que es
Navarra de la A a la Z, cuya inmensidad ha dado lugar a que hayamos
perdido hace tiempo la cuenta de los pueblos y kilómetros recorridos, que son
muchos, pero muchos, muchos. Para celebrarlo la divina providencia ha
decidido que sean Eslava y Esparza de Salazar los lugares de destino, y el
azar, que tiene conciencia, bien sabe el porqué de este albedrío.
Nuestro primer destino, Eslava, es una pequeña
localidad de la Merindad de Sangüesa, situada en la carretera que une la propia
Sangüesa con Tafalla. La pueblan unos 130 habitantes y su casco urbano no
destaca por nada en particular, sin embargo su término municipal esconde una
joya arqueológica: la ciudad romana de Santa Criz. Lamentablemente el visitante
no llega a apreciar gran cosa, pues la mayor parte del yacimiento se encuentra
cubierto con una lona; sin embargo, se trataba de un espacio público de
carácter monumental, todavía en proceso de excavación y que no deja de
sorprender a los arqueólogos por sus espectaculares hallazgos.
Continuamos, ahora rumbo norte, escalando el motero
alto de Aibar desde cuya cima ya se divisa la inmensidad del Pirineo. Y hacia
allí vamos, a la comarca del Roncal-Salazar, en búsqueda de una perla: Esparza
de Salazar. Dice el censo que 82 son sus vecinos agraciados, pues la
exclusividad de residir en un entorno tal es eso, un privilegio. Una regalía
para ellos y de rebote una porción de envidia para los demás.
Y es que ya Rousseau elucubró sobre la
diferencia entre el hombre natural y
el hombre social. El primero es
aquel que vive en el estado de
naturaleza, como los vecinos de Esparza de Salazar. Para Rousseau el hombre
en estado de naturaleza sería un hombre bueno y feliz. Pero mire usted por
dónde, el hombre natural se ha de enfrentar al hombre social, aquel que viene de un estado de sociedad o estado cultural, o sea a los turistas domingueros.
En este estado social, el hombre no es
un ser feliz y bueno, sino que está llevado por un egoísmo malsano y le corroe la envidia ante
las prerrogativas del hombre natural y por eso viene a sorberle la esencia de
su hábitat. Eso decía Rousseau, y por esa regla de tres nosotros también les
hemos chupado una buena parte de su sustancia vital mientras paseábamos por sus
empedradas callejuelas admirando sus muy cuidadas viviendas, coloreadas por
flores en tropel. Les hemos robado una porción de tranquilidad, pero eso es
algo a lo que ya están acostumbrados.
En
fin, verdaderamente hemos de incluir un nuevo pequeño gran placer en nuestro
particular catálogo de los goces, y es el de escuchar el rumor del río Salazar
a su paso por el puente que da acceso a esta villa, contemplando los paisajes
del entorno a las puertas de la Selva de Irati.
Y
para terminar de dar satisfacción a los sentidos, una vez complacido el de la
vista, ahora, volviendo sobre nuestros pasos, vamos a dar alegría al del gusto,
en un restaurante nuevo que han abierto en Domeño, donde ponen unas bolas
rellenas de queso del Roncal de lo más agradecidas; mas no es oro todo lo que
reluce, porque parece que allí espera una tormenta con malas intenciones.
Y efectivamente se cumplen. Tenía
propósito de refrescarnos y la muy cabrona ha esperado a que retomáramos la
ruta para descargar una tromba de agua primaveral. En fin, por lo menos nos ha
dejado saborear tranquilamente las bolas de queso.
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