Andanza LIV: Esteribar, Valle de
(3ª parte)
Día: 11/10/2015
Vuelve a llover sobre mojado, es
decir, que seguimos a vueltas con el valle de Esteribar, y hasta parecía que no
lo acabaríamos nunca. Pero hoy sí, a la tercera va la vencida. Por fin lo
liquidamos con la visita a Leranotz, Usetxi, Zubiri, Agorreta, Saigots,
Urtasun, Iragi y Eugui; o sea, el Esteribar septentrional, el situado más al
norte.
Otra vez N-135 para arriba, a la
vera del Arga, rodamos por esta ruta que, por pelmazos, ya nos reconoce como si
fuéramos vecinos del valle. Pero justo a la entrada de Zubiri hemos de coger un
desvío a la izquierda, por otra carreterilla que sube, sube y nos eleva entre
robles, pinos silvestres y arces hasta unos parajes casi de utopía. Allí están
Leranotz y Usetxi. Son de esos sitios que, a primera vista, sin conocerlos, los
interpretamos; más que nada porque los sentidos, atolondrados por la impresión,
nos engañan, impidiendo que con la razón podamos percibir sus carencias, si es
que las tienen. Y maldita la falta que hace la dichosa razón, porque resulta
que para el apasionado la razón no es más que una excesiva confianza que acaba
por renegar de sí misma, reconociendo que el mundo verdadero que pregona es tan
fabuloso como ese otro descubierto por los sentidos, esos que nos hacen ver lo
que queremos ver.
Pues nada, tras este momentáneo
hartazgo de sensaciones volvemos sobre nuestros pasos, bajando hasta Zubiri,
capital del valle y centro neurálgico. Zubiri es una encrucijada de rutas y
parada obligatoria en el Camino de Santiago, pueblo generoso en dar hospedaje
al peregrino, donde nunca le faltará un buen fogón en el que calentarse y
alimento para reconstituir el cuerpo. A día de hoy es ésta una villa moderna,
pero que aún conserva algunas calles antiguas y empedradas, flanqueadas por
casonas del siglo XVII, y con su puente medieval del siglo XII, que tiene
nombre propio y todo: "Puente de la Rabia". Relata una leyenda que
hasta no hace mucho el puente en cuestión pasaba visita veterinaria y con
buenos resultados además, pues no había bicho de cuatro patas que tras
transitar bajo sus arcos no saliese curado de esta enfermedad. Por desgracia,
en estos tiempos modernos el pobre puente ha dejado de ejercer por no estar
titulado y por miedo a ser denunciado por intrusismo profesional.
Seguimos a lo nuestro con
Agorreta y Saigots, dos pueblos con encanto vecinos de la carretera que ya no
se asombran con el continuo tránsito de viajeros. Ya hemos dejado la N-135 para
encarar la NA-138 que nos enfila hasta Eugi, pero antes, a la altura de Urtasun
y en otra encrucijada, debemos de trepar nuevamente carretera arriba buscando
otro lugar con exquisiteces paisajísticas sobradas: Iragi. Aunque la carretera
NA-2520 (Olagüe-Zubiri) lo atraviesa, de cara a su quietud esta osadía se la
trae al pairo. Por aquí no pasa ni el gato. Bueno, el gato no sabemos, pero las
vacas transitan por ella con la parsimonia de saberse dueñas y señoras de estos
dominios, dirigiendo el tráfico al compás flemático de sus andares. Quien
quiera pasar que espere.
En fin, cuando las vacas nos
han dado su bendición, marcha atrás y para Eugi y su pantano. Eugi es un pueblo
en el que se conjugan naturaleza y belleza arquitectónica, ubicado a las
puertas del Quinto Real, el bosque por excelencia, un espacio privilegiado
donde los haya. Con la construcción del pantano, Eugi se asienta actualmente en
su orilla, lo que le ha dado cierto atractivo. Las obras del embalse se
iniciaron en el año 1968 con el objetivo de abastecer de agua a Pamplona,
siendo inaugurado en 1973. En una mañana como la de hoy apetece pasearse por su
ribera, pero no hay tiempo, nos espera una barbacoa en Estella y es que casi
llega el olor a brasas hasta aquí, aunque más bien será el ansia por el hambre
que ya tenemos.
Pero cuidado con las prisas, resulta que el primer día
dedicado a Esteribar, cuando correspondía, se nos pasó por alto un lugar al que
debíamos sumisión como manda el santo deber de nuestra misión. Es Arleta, un
pequeño rincón de esos mágicos. Escondido y bien escondido, por eso se nos
pasó. Pero hoy no se escapa. Como nos pilla de regreso, a por él. Nunca es
tarde si la dicha es buena. Y lo es.
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