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domingo, 14 de enero de 2018

Valle de Larraun (2ª parte)

Andanza XCVI: Larraun, Valle de (2ª parte)

Día: 29/10/2017

¿Dónde nos habíamos quedado? ¡Ah!, sí, en Arruitz tras recorrer medio Valle de Larraun. Por cierto, con las prisas el otro día se nos olvidó comentar lo buena que estaba la chuleta de Erroz, más que nada por dar envidia. En fin, dejémonos de pasiones y vamos a lo que nos interesa, nuestro valle, porque nos queda la mitad norte y a donde volvemos con renovadas fuerzas, embarcados en ese viaje del ver y captar en un abrir y cerrar de ojos del que hablábamos en la primera parte, porque falta nos va a hacer.

Sobre el mapa, el recorrido de hoy se nos antoja difícil de planificar. Entre laberinto y maraña, montañas y curvas a diestro y siniestro, aunque, qué más podemos pedir si al fin y al cabo es lo que siempre buscamos, y si además el camino está aderezado con una geografía impresionante como es el caso, pues se nos hace la boca agua; así que, con el GPS debidamente advertido de nuestras intenciones iniciamos la marcha hacia Lekunberri, centro neurálgico y renegado del valle, desde donde parte todo el enredo de carreteras a recorrer.

Empezamos por Albiasu, un concejo próximo y al que se llega por la carretera que pasa junto al polígono industrial de Lekunberri y muere en el propio Albiasu, situado a poco más de tres kilómetros. Albiasu es pequeñito, no llega a 30 habitantes. A la entrada nos recibe un caserón del siglo XVIII, simétrico e imponente, con palomar y escudo barroco. Más sencilla es su iglesia, subida en un altillo, desde donde se ofrecen una vistas extraordinarias del valle.

Como más allá de Albiasu no hay nada, pues vuelta para atrás, a Lekunberri otra vez. Aquí cogemos la NA-1300, la antigua carretera a San Sebastián, que sube y sube hasta el alto de Azpirotz. Pero para llegar hasta el pueblo del mismo nombre hay que desviarse a la derecha en una de esas curvas de casi 360º. Azpirotz junto con Lezaeta, son dos núcleos de población separados, aunque forman un único concejo. Azpirotz también tiene una panorámica soberbia. Se asienta en una pronunciada ladera dominada por la iglesia de San Esteban. Todo el paisaje está refulgente de un verdor al que ahora acompañan ocres y rojizos. Los prados los motean de blanco las ovejas, haciendo equilibrios en unas pendientes vertiginosas a las que ya están acostumbradas.

Para llegar a la otra mitad del concejo, a Lezaeta, hay que bajar el puerto. Qué bonito, qué divertido y qué de moto si la carretera está seca, como hoy. Lezaeta es un rincón con encanto, un puñado de casas junto a la carretera, aupadas en la ladera y semiescondidas entre la espesura, todas menos un par de ellas, que se quedaron a pie de carretera. La iglesilla es menuda, de andar por casa, pero suficiente para dar servicio a los catorce fieles que hay en el pueblo, cuando están todos, que es pocas veces.

Seguimos por la NA-1300 con dirección a Betelu y pasado el kilómetro 42, hay que coger un cruce a la izquierda. Ahí arranca la carretera NA-7514 que, en algo más de dos kilómetros de bonita ascensión y tras atravesar el Señorío de Eraso, lleva a Errazkin. Es éste un pueblo encumbrado y solitario. Se alarga por una calle en pendiente que conduce hasta la iglesia de San Martín. Además del núcleo urbano principal, por sus alrededores se desparraman bordas y caseríos, de estampa bucólico-pastoril. No tendrán queja sus 80 habitantes del espectáculo paisajístico con el que les ha bendecido la Madre Naturaleza, porque tela marinera, dan ganas de quedarse allí en plan contemplativo.

Pero de contemplación nada, hay que seguir. De nuevo vuelta por el alto de Azpirotz a Lekunberri, para coger aquí la NA-1700, la carretera vieja de Leitza, y tras superar un pequeño puerto con la vía verde del Plazaola a la derecha, una vez pasada la antigua estación, aparece en una suave depresión el pueblo de Uitzi. El pueblo tiene amplitud, es más bien abierto. Cobija a unos 150 habitantes repartidos en dos núcleos de viviendas. Uno de ellos se concentra en los alrededores de la iglesia, que como casi todas las iglesias gusta de estar en posición dominante. Sus casas son grandes y exentas, mayoritariamente del siglo XVIII. El otro conjunto de viviendas se ubica en la parte baja y son algo más modernas, del siglo XIX. Son casas muy engreídas y les gusta que las llamen por su nombre propio.

Desde la parte alta de Uitzi arranca la carretera NA-4011, estrecha, sinuosa y húmeda, que tras atravesar una zona densamente arbolada nos deja caer en Gorriti. Gorriti se encuentra al lado de la autovía A-15, pero rodeado de prados. Tiene 114 habitantes y el caserío se disemina a su libre albedrío, pero siempre bajo la atenta vigilancia de la iglesia de san Bartolomé. Gorriti tuvo castillo por su situación fronteriza con Guipúzcoa y parece ser que se ubicaba en lo que hoy es la ermita de santa Bárbara, al otro lado de la autovía. Gorriti también tiene bar-restaurante, se llama Berekoetxea y ponen una morcilla con cosas vegetales dentro y, aún así, está que te mueres.

Tras la parada y fonda reponedora de Gorriti continuamos. Vuelta a Lekunberri, pero ahora y sin que sirva de precedente, por la autovía, sólo por ganar tiempo, que se nos está acabando. En Lekunberri nuestro buen GPS nos busca enseguida la NA-4063, carretera que lleva hasta Etxarri, situado al noreste, en la falda del monte Mendigibel. Etxarri cuenta con 80 habitantes, acostumbrados a una buena ración de cuestas, y dominando, la iglesia de San Miguel, elevada en un alto. Sus casas son las típicas del valle, fachadas con puerta de arco de medio punto, sillares enmarcando esquinas, ventanas y puertas, y tejados a dos aguas con grandes aleros, pero también aparece alguna que otra con tejado a cuatro aguas, más moderna, del XIX.


Acabamos, nos queda Aldatz, a tiro de piedra de Etxarri, al pie del monte Arrizubi. Tiene 119 habitantes y un aire de cierta modernidad, más que nada porque su parroquia, la de san Martín, es neoclásica, de 1829, y en su entorno se ha conformado una plaza diáfana, aunque rodeada por caserones presumidos, con mucho blasón y nombres rimbombantes. Nosotros, allí en medio, siendo como es casi la hora de comer, teniendo todavía fresco el recuerdo del chuletón de la pasada andanza, el que nos comimos en Erroz, sitio que nos pilla de paso, decidimos que hay que probar suerte de nuevo y nos presentamos sin haber reservado, pero esta vez nos despachan sin piedad y nos quedamos sin chuletón, por lo menos en Erroz. Vamos a ver, vamos a ver si llegamos a tiempo a Estella, a un bar recién reconvertido en asador...



























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