Andanza XCV: Larraun, Valle de (1ª
parte)
Día: 08/10/2017
Aunque ya quisiéramos, no puede ser. No
nos da la vida para deleitarnos en la contemplación, porque Navarra es grande y
sus pueblos son muchos. ¿Cuántas de nuestras visitas relámpago nos han hecho
perder detalles que de haberlas realizado de modo más pausado no hubiésemos
pasado por alto? Ni se sabe. Pero…, como el que no se conforma es porque no
quiere, nos las apañamos para ver la botella medio llena.
Ciertamente, el no poder dedicar el
tiempo necesario a ejercitar una mirada profunda debería convertirnos en malos
observadores, en curiosos de pacotilla; sin embargo, como la necesidad obliga,
nos hemos sacado de la manga un recurso, el de la inmediatez visual. ¿Y qué es
eso?, se preguntará alguno. Pues es comerse con la mirada el espectáculo que se
nos ofrece a cada momento en un abrir y cerrar de ojos, y guardar al instante
la memoria de su fascinación. Todo es cuestión de educar los sentidos, además,
no es invento nuestro, se le ocurrió al mismo señor que proclamó aquello de “lo
bueno, si breve, dos veces bueno”.
Hay días en los que nos vemos
apremiados a abusar de este recurso ya que la tierra visitada no nos deja más
opción. Obliga a ello la contumacia del asombro radical producido por tanto y
tan buen espectáculo. Es lo que tiene la Montaña. Y porque así lo quiere el
destino (bonito recurso poético, sí señor), hoy iniciamos nuestra andadura por
el Valle de Larraun, que es un sitio que está en la Merindad de Pamplona, a 33 kilómetros de la
capital y en la falda noreste de la Sierra de Aralar. Larraun tiene alrededor
de mil habitantes repartidos en quince concejos, pero en esta jornada sólo
hemos de recorrer medio valle, la otra mitad lo dejamos para el próximo día,
porque Larraun es mucho Larraun, y sino a las fotos nos remitimos. Hay para
hartarse.
Como siempre, antes de salir advertimos
a nuestra amiga de dos ruedas sobre lo que le espera, y como es joven y
protestona, dice que visitar esos lugares y por semejantes caminos caprinos
está muy bien, pero que en los tiempos que corren no hace falta ir hasta allí,
se puede ver todo por Internet, sin pasar calamidades y sin gastar gasolina ni
ruedas. ¡Vaya espíritu! ¡Cómo está la juventud! Nosotros le recordamos lo del
deseo de viajar y cuál es su papel en este mundo, así que, a regañadientes nos
acoge en su grupa, gruñe y enfila rumbo a Irurzun, para ir haciendo boca por
las curvitas sin fin de la NA-7010.
Fieles al principio motero que dice que
cualquier línea recta es una aberración, acometemos los dominios del valle
desde el sur, con la intención de despacharnos de una atacada ocho concejos, los
más meridionales, o sea: Madotz, Oderitz, Astitz, Alli, Iribas, Baráibar,
Mugiro y Arruitz. Nada más empezar a trepar por la trepidante NA-7500
advertimos cómo se las gasta esta tierra. La subida a Madotz deja al
descubierto algún precipicio que ya, ya, pero también enseña verdor y
frondosidades de robles, hayas y castaños, desde donde si te sale el basajaún y
te come no se entera ni Dios. La carretera, según se eleva, nos va descubriendo
lugares mágicos, acurrucados bajo las enaguas de Aralar y salpicados de
caserones montañeses, de esos de fachadas a tres alturas, tejados a dos aguas y
aleros descomunales.
Un poquito más arriba se encuentra
Oderitz, situado en una leve pendiente a los pies del monte Iruiondi. Sus 46
habitantes se reparten entre caseríos con nombre propio, casi todos blasonados.
Oderitz tiene posada y como al verla se nos despertaron las hambres, pues a
husmear. ¡Menuda sorpresa! Qué lugar tan especial anclado en el pasado.
Traspasar su umbral fue retroceder en el tiempo, y hasta los dueños y el
parroquiano que allí estaba parecían ser de otra época. Amueblado a la antigua
y decorado con brujas de todos los pelajes, su ambiente entre tétrico y
acogedor impresionaba, como nos impresionaron sus precios, verdaderamente de
otros tiempos y además nos regalaron una bolsa de castañas. Un sitio que merece
una visita.
Por la misma NA-7500, hacia lo alto,
aparece Astitz, de 38 habitantes y seguidamente Alli, otro pueblo con grandes
casas del siglo XVIII, próximo al cauce del río Larraun y un poco en cuesta.
Después, cruce a la izquierda para coger la NA-7504 hasta Iribas, lugar que se
halla al borde del nacedero del Larraun, extendiendo su caserío sobre una
planicie previa a la sierra de Aralar. Seguimos, vuelta hacia atrás hasta la
NA-7500 y nuevo cruce a la izquierda por la NA-7510, que pasa por Baraibar
antes de morir en el Santuario de San Miguel de Aralar. Baraibar tiene 89
habitantes y también reparte sus hogares por una pendiente, con la iglesia
dominando el cotarro. Las casas, como casi todas por aquí, son grandes,
antiguas y exentas, respondiendo a la tipología de la zona.
Ahora, para dirigirnos a Mugiro, toca
bajada a Lekunberri, municipio que desertó del Valle de Larraun allá por los
años 90 para hacerse independiente, y tomando la NA-1300, atravesando un
robledal, llegamos al pueblo, que es alargado y está en ligera pendiente, cómo
no, y tiene bonitas casas de los siglos XVII, XVIII y XIX, y también magníficas
vistas a Aralar. Terminamos cruzando el puente sobre la autovía A-15 para
llegar a Arruitz, población desparramada en terreno llano, cosa extraña por aquí,
si bien su iglesia se encarama encima de una pequeña colina, sobresaliendo
arrogante sobre un caserío desplegado a sus pies.
¡Hala!, esto se ha acabado por hoy y
como la chistorra que saboreamos a media mañana en la posada de las brujas de
Oderitz ya la tenemos en los pies y por la hora que es no nos da tiempo de
llegar a casa, nos hemos informado sobre lo bien que se come en cierto
restaurante que atisbamos al pasar por Astitz. Así que, buscando aplacar el
hambre decidimos que lo mejor es desandar lo andado hasta Astitz, pero resulta
que como es Domingo, hace bueno y la gente no para quieta en casa, el garito
estaba hasta la bandera y nos hemos quedamos con un palmo de narices.
¡Qué horror, en medio de la nada y sin
comer! Sin embargo, Dios aprieta pero no ahoga y en su bondad infinita nos ha
hecho recordar otro restaurante no demasiado lejano y un tanto escondido,
supuestamente a salvo de los tumultos domingueros. Está en Erroz, cerca de
Irurzun por la carretera que viene de Ororbia, así que raudos y veloces, por la
cuenta que nos trae, hacemos acto de presencia y todo para comprobar que
también está lleno…, aunque una amable camarera, viéndonos desalentados, tiene
a bien hacernos un hueco si tenemos un poco de paciencia. Y la tenemos, claro
que la tenemos, más que nada porque mientras esperamos llega un olor a chuleta
y brasas que flipas.
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