Andanza XCVI:
Larraun, Valle de (2ª parte)
Día:
29/10/2017
¿Dónde nos
habíamos quedado? ¡Ah!, sí, en Arruitz tras recorrer medio Valle de Larraun.
Por cierto, con las prisas el otro día se nos olvidó comentar lo buena que
estaba la chuleta de Erroz, más que nada por dar envidia. En fin, dejémonos de
pasiones y vamos a lo que nos interesa, nuestro valle, porque nos queda la
mitad norte y a donde volvemos con renovadas fuerzas, embarcados en ese viaje
del ver y captar en un abrir y cerrar de ojos del que hablábamos en la primera
parte, porque falta nos va a hacer.
Sobre el mapa,
el recorrido de hoy se nos antoja difícil de planificar. Entre laberinto y
maraña, montañas y curvas a diestro y siniestro, aunque, qué más podemos pedir
si al fin y al cabo es lo que siempre buscamos, y si además el camino está
aderezado con una geografía impresionante como es el caso, pues se nos hace la
boca agua; así que, con el GPS debidamente advertido de nuestras intenciones
iniciamos la marcha hacia Lekunberri, centro neurálgico y renegado del valle,
desde donde parte todo el enredo de carreteras a recorrer.
Empezamos por
Albiasu, un concejo próximo y al que se llega por la carretera que pasa junto
al polígono industrial de Lekunberri y muere en el propio Albiasu, situado a
poco más de tres kilómetros. Albiasu es pequeñito, no llega a 30 habitantes. A
la entrada nos recibe un caserón del siglo XVIII, simétrico e imponente, con
palomar y escudo barroco. Más sencilla es su iglesia, subida en un altillo,
desde donde se ofrecen una vistas extraordinarias del valle.
Como más allá
de Albiasu no hay nada, pues vuelta para atrás, a Lekunberri otra vez. Aquí
cogemos la NA-1300, la antigua carretera a San Sebastián, que sube y sube hasta
el alto de Azpirotz. Pero para llegar hasta el pueblo del mismo nombre hay que
desviarse a la derecha en una de esas curvas de casi 360º. Azpirotz junto con
Lezaeta, son dos núcleos de población separados, aunque forman un único
concejo. Azpirotz también tiene una panorámica soberbia. Se asienta en una
pronunciada ladera dominada por la iglesia de San Esteban. Todo el paisaje está
refulgente de un verdor al que ahora acompañan ocres y rojizos. Los prados los
motean de blanco las ovejas, haciendo equilibrios en unas pendientes
vertiginosas a las que ya están acostumbradas.
Para llegar a
la otra mitad del concejo, a Lezaeta, hay que bajar el puerto. Qué bonito, qué
divertido y qué de moto si la carretera está seca, como hoy. Lezaeta es un
rincón con encanto, un puñado de casas junto a la carretera, aupadas en la
ladera y semiescondidas entre la espesura, todas menos un par de ellas, que se
quedaron a pie de carretera. La iglesilla es menuda, de andar por casa, pero
suficiente para dar servicio a los catorce fieles que hay en el pueblo, cuando
están todos, que es pocas veces.
Seguimos por
la NA-1300 con dirección a Betelu y pasado el kilómetro 42, hay que coger un
cruce a la izquierda. Ahí arranca la carretera NA-7514 que, en algo más de dos
kilómetros de bonita ascensión y tras atravesar el Señorío de Eraso, lleva a
Errazkin. Es éste un pueblo encumbrado y solitario. Se alarga por una calle en
pendiente que conduce hasta la iglesia de San Martín. Además del núcleo urbano
principal, por sus alrededores se desparraman bordas y caseríos, de estampa
bucólico-pastoril. No tendrán queja sus 80 habitantes del espectáculo
paisajístico con el que les ha bendecido la Madre Naturaleza, porque tela
marinera, dan ganas de quedarse allí en plan contemplativo.
Pero de
contemplación nada, hay que seguir. De nuevo vuelta por el alto de Azpirotz a
Lekunberri, para coger aquí la NA-1700, la carretera vieja de Leitza, y tras
superar un pequeño puerto con la vía verde del Plazaola a la derecha, una vez
pasada la antigua estación, aparece en una suave depresión el pueblo de Uitzi.
El pueblo tiene amplitud, es más bien abierto. Cobija a unos 150 habitantes
repartidos en dos núcleos de viviendas. Uno de ellos se concentra en los alrededores
de la iglesia, que como casi todas las iglesias gusta de estar en posición
dominante. Sus casas son grandes y exentas, mayoritariamente del siglo XVIII.
El otro conjunto de viviendas se ubica en la parte baja y son algo más
modernas, del siglo XIX. Son casas muy engreídas y les gusta que las llamen por
su nombre propio.
Desde la parte
alta de Uitzi arranca la carretera NA-4011, estrecha, sinuosa y húmeda, que
tras atravesar una zona densamente arbolada nos deja caer en Gorriti. Gorriti
se encuentra al lado de la autovía A-15, pero rodeado de prados. Tiene 114
habitantes y el caserío se disemina a su libre albedrío, pero siempre bajo la
atenta vigilancia de la iglesia de san Bartolomé. Gorriti tuvo castillo por su
situación fronteriza con Guipúzcoa y parece ser que se ubicaba en lo que hoy es
la ermita de santa Bárbara, al otro lado de la autovía. Gorriti también tiene
bar-restaurante, se llama Berekoetxea y ponen una morcilla con cosas vegetales
dentro y, aún así, está que te mueres.
Tras la parada
y fonda reponedora de Gorriti continuamos. Vuelta a Lekunberri, pero ahora y
sin que sirva de precedente, por la autovía, sólo por ganar tiempo, que se nos
está acabando. En Lekunberri nuestro buen GPS nos busca enseguida la NA-4063,
carretera que lleva hasta Etxarri, situado al noreste, en la falda del monte
Mendigibel. Etxarri cuenta con 80 habitantes, acostumbrados a una buena ración
de cuestas, y dominando, la iglesia de San Miguel, elevada en un alto. Sus
casas son las típicas del valle, fachadas con puerta de arco de medio punto,
sillares enmarcando esquinas, ventanas y puertas, y tejados a dos aguas con
grandes aleros, pero también aparece alguna que otra con tejado a cuatro aguas,
más moderna, del XIX.
Acabamos, nos
queda Aldatz, a tiro de piedra de Etxarri, al pie del monte Arrizubi. Tiene 119
habitantes y un aire de cierta modernidad, más que nada porque su parroquia, la
de san Martín, es neoclásica, de 1829, y en su entorno se ha conformado una
plaza diáfana, aunque rodeada por caserones presumidos, con mucho blasón y
nombres rimbombantes. Nosotros, allí en medio, siendo como es casi la hora de
comer, teniendo todavía fresco el recuerdo del chuletón de la pasada andanza,
el que nos comimos en Erroz, sitio que nos pilla de paso, decidimos que hay que
probar suerte de nuevo y nos presentamos sin haber reservado, pero esta vez nos
despachan sin piedad y nos quedamos sin chuletón, por lo menos en Erroz. Vamos
a ver, vamos a ver si llegamos a tiempo a Estella, a un bar recién reconvertido
en asador...